Algo más que preguntas y respuestas
Este libro permite varios abordajes. Se puede leer desde el interés que despiertan los personajes entrevistados, los temas que tratan, el criterio con que los periodistas los reunieron en este libro o, incluso, desde la vindicación de uno de los géneros periodísticos más fascinantes como es la entrevista.
Según el periodista argentino, Jorge Halperin, “la entrevista es la más pública de las conversaciones privadas”. También dijo que no “sería descabellado calificar la entrevista como una conversación absurda en la que una persona (pública o no) es interrogada por un desconocido que le hace muchas veces preguntas íntimas o comprometidas esperando que él responda con revelaciones que normalmente les niega, incluso, a muchos de sus conocidos. (…) El diálogo periodístico es también la oportunidad de tener una fuente única a nuestra disposición, mejor dicho a disposición de la habilidad que tengamos para construir un vínculo que nos permita obtener del sujeto toda la información que buscamos, lo voluntario y también lo involuntario, incluso trabajado con sus medias palabras.”
Pero también hay otra visión, bastante más crítica que las citadas. Es la del escritor checo Milán Kundera que calificó a la entrevista como “el fascismo de las preguntas” Escribió Kundera como definición de entrevista en su libro “Los papeles traicionados” “¡Maldito sea el escritor quien primero permitió a un periodista que reprodujera libremente sus comentarios! Dio inicio al proceso que no podrá sino conducir a la desaparición del escritor: el que le hace responsable de cada una de sus palabras. No obstante, me gusta mucho el diálogo (forma literaria superior) y he quedado encantado de muchas conversaciones reflexionadas, compuestas, redactadas en colaboración conmigo. Por desgracia, la entrevista, tal como suele practicarse, no tiene nada que ver con un diálogo: 1) el entrevistador hace preguntas interesantes para él, sin interés alguno para uno mismo; 2) no utiliza de las respuestas de uno sino las que le convienen; 3) las traduce a su vocabulario a su manera de pensar. Siguiendo el ejemplo del periodismo norteamericano, no se dignará siquiera a hacer que uno apruebe lo que él le ha hecho decir. Aparece la entrevista. Uno se consuela: ¡la olvidarán! ¡Qué va! ¡La citarán! Incluso los universitarios más escrupulosos ya no distinguen entre las palabras que un escritor ha escrito y firmado y sus comentarios transcritos. Hace un tiempo tome una decisión: nunca más una entrevista. Salvo los diálogos, corredactados por mí y acompañados de mi copyright. A partir de esta fecha todo comentario mío de segunda mano debe ser considerado como falso”.
Ni tanto ni tan poco. Prefiero la cita de Gabriel García Márquez, de que se trata del “género maestro, porque en ella está la fuente de la cual se nutren todos los géneros periodísticos”.
Bajo el común denominador de vidas bien vividas, los periodistas Raúl Ronzoni y Mauricio Rodríguez recogen en este libro los testimonios de diferentes personajes uruguayos que tiene mucho para decir. Ante todo, lo de vida bien vivida es, en el título del libro una exclamación ¡Vidas bien vividas!, por lo tanto una celebración de quienes brindan sus testimonios. Todas las entrevistas son a personas que tienen más de sesenta años que han disfrutado mucho de lo que han hecho. En cada diálogo se puede observar el regocijo de lo hecho. Quizás, por ser una mirada sobre lo ya hecho, se pueda suponer que se trata de charlas donde se destina mucha nostalgia, en una práctica muy uruguaya si las hay. Permítanme citar al Dr. Hugo Batalla que solía repetir que un viaje a la nostalgia nunca viene mal, el problema es quedarse en ella.
El libro anterior de Ronzoni y Rodríguez fue “Viejos son los trapos”, una conjura contra el avance de los años y la desmemoria. Aquel trabajo permitió tener el testimonio de voces autorizadas que contaron sus experiencias. Este nuevo trabajo va en la misma línea de documentación y testimonio.
Resulta cautivante leer lo que tienen para decir personajes tan diferentes como Julia Moller o la Divina Valeria, los periodistas Eduardo Navia o César di Candia o Gonzalo Aguirre o mi paisano Omar Gutiérrez. Ante algunas preguntas, hay una actitud confesional por parte de los entrevistados. Los periodistas logran, de parte de sus contertulios, una honestidad brutal. Eso es mérito del oficio periodístico.
Sé muy bien que los congéneres de los entrevistados disfrutarán mucho este trabajo. Estoy seguro que los interesados y colegas de los protagonistas de estas charlas también. Sería deseable que las nuevas generaciones pudieran involucrarse en cada uno de los sabrosos diálogos que aquí se reproducen. No sólo por lo que cada uno de los entrevistados cuenta –de hecho hay revelaciones novedosas, valiosas opiniones que, en varios casos tanto a nivel político, histórico y social, adquieren el carácter de noticia- sino por la forma y el estilo en que está planteado el libro. Por ejemplo cuando di Candia comenta los últimos días de Michelini en Buenos Aires, o Julia Moller sobre su vínculo con la dirección de TNU, la opinión de Bottinelli sobre José Mujica y Tabaré Vázquez o la génesis de la proclama del Obelisco en el recuerdo de Gonzalo Aguirre. El presidente del Banco de Previsión Social anuncia la puesta en marcha de un novedoso Sistema Nacional de Cuidados y muestra una actitud menos combativa contra el sistema de AFAPs como la que tuvo hace algunos años.
La cuidada redacción de cada entrevista –la edición como se decimos en la jerga periodística- demuestra, también desde lo formal, que estamos ante un trabajo que se enmarca en la rica historia del periodismo escrito de este país.
Jaime Clara
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