Publicado en el diario Primera hora de San Josè el sàbado 15 de agosto.
Por Pedro Peña
Jaime Clara es, junto a Omar Gutiérrez, un férreo defensor de lamaragatería. O, como a veces suele decir en sus programas, un maragato de pura cepa.
Conocida por todos es su carrera periodística, que iniciara en San José,en la clásica CW 41, y que siguiera con singular éxito en diversas propuestasradiales de la capital. Hoy por hoy es el conductor de varios proyectosperiodísticos entre los cuales destaca, por trayectoria y por impacto, Sábado Sarandí, un largo y muy ameno periodístico cultural al que muchos recurrimoscuando se trata de acceder a las novedades culturales del país.
Hace un par de años llegó a mis manos un hermoso libro de Jaime: Esinmensa la noche, un poemario editado por Estuario y en el que el autorjuega con su memoria y su vida para hacernos llegar una poesía profunda y a la vez sin rodeos ni falsa retórica. Una poesía directa que conecta con la cotidianeidad del autor representado por un yo lírico cercano en el que casipuede escucharse la agradable voz de Jaime.
Algo muy similar ocurre durante la lectura de La terrible presión de la nada, el nuevo libro de Jaime Clara editado por Seix Barral, un sello editorial internacional que esperemos logre llevar la obra del autor a otras latitudes.
Es como si una voz narrativa muy familiar se nos acercara poco a poco y muy claray consistente nos hiciera partícipes de estas historias, muchas de las cuales transcurren en lugares perfectamente identificables de nuestra ciudad. Allí están la Escuela 45, calle Ciganda, la subida de calle Artigas, la Plaza 4 deoctubre, el campito del barrio. Y el lector agradece que los lugares quetambién identifica como suyos hayan sido fijados en negro sobre blanco y continúen su viaje de la misma manera en la que Espínola pone en los labios delhombre pálido los pagos de Belastiquí, o lisa y llanamente describe los viejosprostíbulos de nuestra ciudad en la novela Sombras sobre la tierra.
Pero esto no es un mérito en sí mismo. El mérito de estos trabajos esque, siendo ficción, y aunque puedan conectarse tal vez con la vida del autor,logran universalizarse como historias de personajes comunes a los que lessuceden cosas especiales. Allí está el solvente profesional universitario que vive solo y escapa casi por milagro a un crimen en el relato “Segundo piso,ascensor”. O el paria social del cuento “En el cordón”, quien yace en el piso durante una cruda madrugada montevideana y cuya peripecia se resuelve con un mecanismo casi cortazariano.
Ytambién están los niños en relatos que apelan a la añoranza de una infancia deotra época. Niños de pelota bajo el brazo en el cuento “Héroe por dos minutos”,o niños a los que las circunstancias de la vida expone a una dramática pérdidade la inocencia en el conmovedor relato “El velorio”, tal vez el más impactantedel conjunto.
Y también las mujeres, como Blanca, la mujer dueña de un bar en el cuento que abre el libro, “Vida y muerte de un florero”, o la prostituta fracasada del último de todos, el amargo relato apropiadamente titulado “Tocar fondo”. Sonmujeres solitarias en el sentido más pesimista de la palabra. Mujeres quebuscan éxitos modestos como llevarse mejor con su hija o al menos no fracasaren el oficio más viejo del mundo, y ni siquiera eso pueden alcanzar.
Esuna alegría siempre la edición de un escritor coterráneo por un sello de laimportancia de Seix Barral. También es una alegría visualizar en estas páginas algo de nuestra identidad ciudadana, constatando además que el autor ha llevado esa identidad propia a trascender los límites de la comarca.
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