18 de junio de 2015

La terrible presión de la nada por Cristina Callorda

Esta es la columna que escribió la admirada Prof. Cristina Callorda en elDiario Primera Hora de San José, en su edición de hoy, sobre el libro de cuentos "La terrible presión de la nada", editado por Seix Barral. Agradezco su generosidad.

La terrible presión de la nada

por Cristina Callorda Con la tinta fresca aún, leí por primera vez el último libro del periodista y escritor Jaime Clara. Lo hice no sin antes haber leído y escuchado comentarios variados y tratando de no involucrarme demasiado en ellos, para tener mi propia visión de lectora.

Mi primera impresión sin embargo se vio terriblemente dirigida hacia un comentario común: es un libro duro, son historias fuertes, impactantes. Lo leí entonces por segunda vez, historia por historia, tratando, aunque a veces no pude, de abstraerme de ese defecto profesional que tenemos los profesores de literatura cuando frente a un texto cualquiera intentamos aplicar la teoría literaria.

Contra todos los demás pronósticos, muy acertados la mayoría de ellos, tuve una visión algo diferente frente a los personajes y sus historias. Son cuentos cortos pero no mínimos, porque en cada uno hay seres magnánimos en su calidad de seres humanos, tampoco son historias mínimas, porque nuestra existencia, como la de Blanca, Esteban, Carlos, Fanny, Rafael y todos los demás personajes que viven un fragmento de sus vidas en estos relatos tienen algo trágico, inefable, atemporal.
Y cuando digo trágico, no me refiero al concepto aristotélico de tragedia, expuesto por los grandes trágicos griegos como Esquilo, Sófocles o Eurípides, cuyos personajes, pertenecientes a la nobleza, cometen sus excesos atrayéndose la ira y el castigo de los dioses. También Shakespeare mostró en sus dramas la tragedia del ser humano rescatando lo más oscuro del individuo, haciédolo sucumbir en un mundo sin dioses.

Mi tercera lectura de los cuentos me mostró individuos simples, arrastrando una existencia a veces marcada por el libre albedrío, a veces marcada por un destino inevitable, como puede ser la enfermedad del personaje Piñones de uno de los cuentos.

Y me mostró a su vez una luz en el final de esos fragmentos de vida, una tenue luz de esperanza, porque esas historias carecen de un antes y un después, sólo son instantes y luego los finales nos muestran vidas que siguen, es cierto, marcadas por circunstancias determinadas. Así somos, así son cada una de las amigas que se reúnen después de muchos años como en el cuento “Entre amigas” o el chiquilín que se siente “Héroe por dos minutos” o la mujer que decide seguir “fantaseando” para sobrevivir en una cama, vendiendo amor, como “Fanny”.


Estos anti héroes nos devuelven nuestra propia cara y por eso nos impactan y nos conmueven. Son los hombres y mujeres que pasan junto a nosotros y solo vemos su rostro, no sus almas. Clara los rescata como cuando en una mesa de café escuchamos conversar a alguien y nos hacemos una historia a la que agregamos color y que la literatura, por suerte, rescata.
Una prosa clara, agradable de leer, los relatos de este narrador hacen emerger al individuo común, ese que somos o tal vez aparentamos ser. La ilustración de la tapa me lo sugiere. 

Finalmente, como dice Paul Verlaine en su Arte Poética: “Todo lo demás es literatura”.

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