15 de enero de 2014

Sobre gustos está todo escrito

SEGÚN LA FRASE ADJUDICADA A JORGE LUIS BORGES, UNO ES LOS LIBROS QUE LEYÓ. DE SER CIERTA ESTA AFIRMACIÓN –QUE NO ESTÁ NADA MAL- LOS LIBROS QUE LEE UNA SOCIEDAD ¿CUÁNTO DICEN DE ELLA?



Por Jaime Clara. El debate, que no es nuevo por cierto, fue lanzado por la periodista cultural, crítica de arte e investigadora, Emma Sanguinetti, en su muro de Facebook.
Todo comenzó cuando hace algunos días, la Cámara Uruguaya del Libro entregó los “Libros de oro”. La distinción se otorga a los libros más vendidos del año. La selección de libros la hace el público, la gente, con cada compra del ejemplar. Aquí no hay ni mediaciones de tribunales ni jurados que elijan, sino que es el mercado, ¿soberano quizás?, que confecciona la lista al cierre de cada año. 
Sanguinetti publicó en la red social lo siguiente:
Ayer se entregaron los Libro de Oro de la Cámara Uruguaya del Libro, esto es los libros más vendidos del año en todas las librerías del país.
Como siempre lo que compramos, en cualquier rubro, dice mucho de nosotros. 
- Juvenil de Autor ExtranjeroOne Direction. La Historia de Danny White.
- Ficción de Autor ExtranjeroCincuenta sombras de Grey
- No Ficción de Autor Extranjero.Toda la verdad y nada más que la verdad de Luis Ventura. 
- Interés General
Horóscopo Chino de Ludovika Squirru.
- No Ficción de autor nacional
Hasta la última gota, (sobre la vida del jugador de fútbol Fabián O'Neil)
- Ficción de autor nacional
Siniestro. Voces anónimas, de Guillermo Lockhart. ( historias de terror)
Los gustos se podrían resumir en: adolescentes enlatados, porno soft, chismes amarillistas, predicciones sicodélicas, exhibicionismo del fracaso y mucho terror. No se a uds. a mi me asusta un poco...
La reflexión es válida y como debate es muy interesante.
Si partiéramos de una visión economicista del mercado editorial, esa lista es algo así como vox populi vox dei, es decir, lo que el mercado de ventas indica, no se discute.
Ahora bien, si nos ponemos críticos de esa decisión soberana, ¿tendríamos que concluir que la mayoría se equivoca? ¿Por qué elige esos libros y no otros? ¿Está mal? ¿Qué sería lo correcto?
Confieso que ante todo defiendo la libertad absoluta e irrestricta para que en el mercado editorial, se publique lo que se quiera –o lo que las editoriales consideren según su estrategia- y que el lector compre lo que considere apropiado para sus intereses, personales, profesionales, vivenciales o circunstanciales.
A diferencia de otros medios, como la televisión, donde la oferta es limitada y los espectadores tienen menores posibilidades de elección, en una librería las opciones son infinitas. Entonces, ¿por qué eligen tal o cual libro, en lugar de otros que pueden ser más “serios” o “buena literatura”? ¿Por qué porno soft en lugar de Mankell o Cortázar o Kundera?
Antes que nada, nadie es juez para indicarle al público lo que debe leer. Es la tarea de un periodista cultural, tratar de difundir e informar de todo lo que pueda o considere pertinente, para que el público elija. Pero ni “…sombras de Grey”, ni Luis Ventura, ni Ludovica Squirru, necesitaron de los periodistas uruguayos para difundir sus libros, porque son libros que, prácticamente, se vendieron solos.
El fenómeno de O’Neill es, quizás, diferente, porque tiene otros elementos adicionales, como la presencia del futbolista en los medios, el boca a boca, o hasta el público leyendo cosas en el libro que el libro no dice. Se trata de un fenómeno de ventas pocas veces visto en nuestro reducido mercado editorial.
Entiendo que Emma Sanguinetti diga que se “asusta un poco” de la lista, y quizás hasta comparta sus temores. Pero también a mí me asusta un poco que existan árbitros que juzguen el gusto del público lector, cosa que por otra parte, están en todo su derecho a criticarlo.
Leí, hace poco, un artículo sin firma, que trataba esta misma discusión. Allí se decía que una lista de libros más vendidos, que seguía más o menos la misma tendencia que en Uruguay. “Si consideramos, como exploramos en este artículo, que somos lo que leemos, esta lista refleja a dónde vamos intelectualmente como sociedad: el modelo consumista también abarca a las letras. Libros de fantasía, con sus respectivos desdoblamientos en el cine, empiezan a dominar el mercado literario. Libros que indudablemente están bien escritos –de la misma forma que la música pop de Lady Gaga o de Madonna cuenta generalmente con una buena producción musical- pero que están hechos a la medida para satisfacer a la cultura de masas, y no a una preocupación literaria: estilística, artística o humanitaria. En inglés se usa la palabraInfotainment , para describir la programación televisiva que predomina en la actualidad; podríamos extrapolar esto a la literatura. Los medios de comunicación, como la TV, la radio, el cine y también la imprenta, cumplen la función principal de entretener, siempre reproduciendo un estilo de vida orientado al consumo de productos que son enaltecidos por ese entretenimiento, generalmente aspiracional. (…) De nuevo esta literatura está inscrita dentro del marco utilitario de la sociedad de consumo: leo para obtener un beneficio puntual; pero también leo algo que me dice qué tengo que adquirir (y seguir adquiriendo) para lograr ser lo que quiero ser (o mejor dicho lo que un paradigma de aceptación y realización social me dice que debo ser). La literatura, como manifestación del arte, es inútil, según Oscar Wilde. Inútil al menos en cuanto a que no es algo que pueda transformarse en una divisa que pueda intercambiarse en un mercado y en que se crea sin un fin específico (“el arte por el arte”). Más allá de romanticismos, acaso un poco ingenuos dentro del imperio del capital, y entendiendo que salvo algunas decorosas excepciones los best sellers históricamente no han sido las grandes obras de literatura, recordemos que los libros son la tecnología más efectiva que hemos desarrollado para compartir mentes y programarlas (si bien ahora el Internet, de una manera más expedita y menos concentrada, se convierte en la estructura mental de la humanidad). Así que estos libros son en buena medida lo que pensamos, pero podrían ser otros, y nuestro pensamiento –que a fin de cuentas determina cómo nos relacionamos y qué realidad habitamos– podría ser otro.”
Esta discusión me hace acordar a cuando los críticos de teatro premiaban a las mejores obras de teatro, según su criterio, claro, que nada tenía que ver con el del público que asistía a las salas. Llegó el momento en que decidieron otorgar el premio “del público” a la obra más taquillera que, oh casualidad, había sido de las más duramente desacreditadas en las columnas de los integrantes del selecto jurado. ¿Quién se considera árbitro para decir que las mayorías, a veces se equivocan, como lo dijo un connotado dirigente político?
Celebremos la lectura, celebremos la edición de libros, celebremos la libertad de crear y de elección por parte de los lectores. Puede gustarnos más o menos la preferencia del público, pero es siempre es mejor esa elección a que se le indique qué es lo que tiene que leer.
Quizás el desafío esté, además de en los medios de comunicación donde uno hace todo lo que está a su alcance, sobre todo, en otros dos ámbitos mucho más relevantes para la formación cultural de las personas: la educación y la familia. 

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