25 de junio de 2010

Homenaje a siete años de la muerte del periodista Guillermo González

Un hombre bueno, inteligente, amable, culto. Un buen tipo. Todo lo que podamos decir de Guillermo González es poco para un hombre generoso. Seguramente él se enojaría mucho conmigo por escribir con tantos lugares comunes. Pero es que así era el Gordo. Digo la verdad. O que alguien lo desmienta. Increíblemente nos conocimos cuando el se dedicaba a la producción agrícola en un campito en Dolores. Dicho sea de paso, que grandes dolores dolores de cabeza le causó. Esos temas nos llevaron a compartir el gusto por la música y el conocimiento de Paco Sánchez, un sensible crítico musical como pocos. Nos veíamos cada tanto para compartir algún vino, y largas e interminables charlas sobre caricaturas, política, periodismo o pipas. Ahora siento que todas esas charlas fueron pocas para hablar de nuestras pasiones. Recuerdo el día en que lo convoqué para hablar en un programa para fumadores que se emitía en un canal de televisión de Buenos Aires. Allí relató entrañablemente lo que significó su infaltable pipa como compañera durante la cárcel. El Gordo fue fundamental compañía cuando falleció mi padre, con su consejo y compañía. Desde hace más de diez años lo bauticé como "Papá González".Y es que casi lo fue y así lo sentí. La muerte de Guillermo duele. Priva al periodismo de un hombre culto, inteligente, de mente muy abierta, con ganas de cambiar, modernizarse. Su aporte a Brecha conoció momentos complicados, pero todo lo hizo con el objetivo de consolidar el presente y el futuro del semanario. Cuando comencé con mi programa Sábado Sarandí fue uno de mis primero entrevistados. Siempre era momento para aprender con Guillermo. Se notará su falta. Escribo estas líneas todavía impresionado por la noticia en la lluviosa madrugada del 27 de junio (2003) Caricatura de Fermín Hontou (Ombú) en Brecha.

Este artículo fue escrito, como está dicho, en la madrugada del día en que se murió el Gordo. Este 27 de junio, siete años después, el recuerdo permanece intacto.

11 de junio de 2010

Retratos de Pancho Graells

Caras visibles e invisibles*
Jaime Clara

A FINES de 2009, el caricaturista uruguayo Francisco Graells, -"Pancho" a la hora de firmar sus dibujos- expuso unos cincuenta óleos en la Casa de América Latina en París, ciudad donde vive hace más de tres décadas. La muestra se tituló Signes & Figures y su catálogo fue editado en un atractivo libro de ilustraciones (Signes & figures. Éditions Galaade) con un formato algo mayor que el de una hoja oficio, con cada una de sus obras. Los personajes elegidos por Pancho son hombres y mujeres de la cultura. Desde músicos como Cole Porter, Igor Stravinsky o Bob Dylan, hasta escritores como James Joyce, Toni Morrison, Paul Auster, Fernando Pessoa, Julio Cortázar o Juan Carlos Onetti. Sólo están los rostros, mirando al espectador, en un ambiente de colores marrones, ocres, castaños y todas las tonalidades luminosas que uno pueda imaginar. A diferencia de su trabajo como dibujante de prensa, los óleos de Graells están a mitad de camino entre el retrato y la caricatura. Su trazo en la tela hace recordar a las caricaturas de Joaquín Torres García, probablemente por la influencia del hijo del maestro, Augusto Torres, de quien estuvo muy cerca a finales de la década del `60. A Graells lo atrajo artísticamente la Escuela del Sur, y José Montes y Julio Alpuy le potenciaron una técnica que hoy se evidencia en la paleta de sus pinturas.

En uno de los textos que acompañan el catálogo/libro, Eduardo Galeano escribe que todos poseemos un rostro y un signo, tanto un perro, una serpiente, una gaviota, todos los que están vivos. Agrega que las señales son invisibles y que lo que se ve es la cara, por lo que Pancho Graells, en sus pinturas, busca los signos que están en todos nosotros. Otro de los textos, firmado por Daniel Maja, agrega que en Pancho, "la caricatura es transformada por el arte del pintor en un instrumento para que el alma dé a luz, para revelar. La caricatura es crear "tipos" (así se muestra en las figuras policromadas de Daumier: la arrogancia, la estupidez satisfecha, la duplicidad, etc)".

Pancho es uno de los cuatro caricaturistas de Le Monde, un diario que durante mucho tiempo solo publicaba dibujos en lugar de fotografías. Cotidianamente interpreta con sátira y humor la realidad política de Francia o de un acontecimiento internacional. "Es un tipo de humor que no necesariamente hace reír pero que sí hace reflexionar. Es decir, un humor que trata de mostrar las contradicciones del discurso político, del discurso de poder. A veces sobre temas muy difíciles o muy duros de los cuales yo no pretendería hacer reír", dijo en una entrevista a Radio Francia Internacional. Su nombre se integra al grupo de artistas uruguayos que se destacan en una disciplina como la caricatura: Hermenegildo Sábat, Rodolfo Arotxarena, Fermín Hontou, Horacio Guerriero, entre otros.
PRIMERO TIZIANO. Graells nació en Caracas en 1944. Su padre era venezolano y la madre uruguaya. En 1951 llegó a Uruguay donde descubrió su entusiasmo por el dibujo, pese a que en su familia nadie se dedicaba al arte. "Yo dibujaba desde muy chico y la pintura me pareció siempre un desafío interesante, entonces me largué y compré unos pomos de pintura y empecé a hacerlo sin tomar ningún tipo de lección, pero con una pasión para tratar de averiguar cómo era el asunto y ver hasta dónde podía llegar. De joven - cuenta Pancho- varias cosas me estimularon a hacer retratos que sigo haciendo hoy en día. Descubrí un día entre los papeles de mi abuelo un portafolio de dibujos de un ecuatoriano, que se llamaba Sánchez Felipe, que había vivido en Venezuela, que hacía unos retratos y caricaturas extraordinarios. También mi madre tenía muy buenas reproducciones de pinturas, sobre todo una en particular de Tiziano que siempre me deslumbró y fue lo primero que copié. Ese fue mi primer dibujo sobre cartón, un dibujo de Tiziano." Afortunadamente, según confesó, dejó la carrera de ingeniería y eligió el periodismo para tratar de ganarse la vida y tener tiempo para dibujar. Cuando tenía poco más de veinte años, "no tenía a nadie que pudiera aconsejarme en el campo de la pintura y el arte y, en el momento en que empecé a buscar mi propia vida, pensé que no iba a poder ganármela como pintor. Montevideo en esa época era un medio pequeño, lo sigue siendo ahora, y creo que me equivoqué porque hay gente que tiene el coraje de hacerlo de todas formas. Yo pensé que trabajar en la prensa me iba a permitir ganarme la vida y tener tiempo para desarrollar la otra parte (la pintura) sin concesiones, con libertad total".

Sobre aquellas oportunidades, montevideanas o porteñas, escribió Hermenegildo Sábat en su libro Adioses tardíos: "Las urgencias, limitaciones y falta aparente de oportunidades son ciertas y evidentes, en Montevideo y también en Buenos Aires o cualquier ciudad más o menos opulenta. Resulta incómodo confirmar que las oportunidades no se ofrecen, se advierten." Y eso fue lo que hizo Graells, que una vez que ingresó en el mundo del dibujo y de la plástica, no se detuvo. Entre 1968 y 1974, trabajó en Marcha, Misia Dura, La Balota y La Chacota, entre otras publicaciones. Ya consagrado como caricaturista político, si bien nunca fue amenazado directamente, por seguridad sintió la necesidad de irse a Buenos Aires, donde trabajó en las revistas Crisis y Satiricón, luego a Venezuela -donde fue caricaturista de El Nacional- para finalmente radicarse en París. Además de dibujar para Le Monde y Le Canard Enchaîné, sus dibujos llegan actualmente a Brecha y a este suplemento Cultural.

RETRATO Y CARICATURA. El libro Signes & figures está a la venta vía Internet y en alguna librería en Montevideo. Se trata de una muestra fiel de la afición de Graells por el retrato, una manifestación artística que siempre lo sedujo, por encima de otras temáticas. "Cuando me puse a pintar lo primero que intenté fue hacer un retrato, como otros hacen paisajes o naturalezas muertas. Estos cuadros no fueron pensados para ser expuestos. Yo no sabía si iba a realizar una exposición. Simplemente un retrato iba sucediendo al otro sin mayor criterio." Pancho explica que, a diferencia de su trabajo diario como caricaturista político en prensa, donde también trabaja con caras, el parecido con el personaje caricaturizado es importante, si no no sirve. En el caso del retrato "no me siento prisionero de eso. El personaje es un punto de partida. Luego, si por el camino decidía desviarme por razones estrictamente plásticas, ya no me preocupaba si se reconocía o no se reconocía." Sus caricaturas en prensa se caracterizan por ser simples trazos a lápiz o carbonilla, en blanco y negro, en cambio las pinturas son óleos sobre tela y utilizan el color. "Son áreas que siempre mantuve bien separadas e impermeables tratando que ninguna de ellas interfiriera en la otra." Muchas de las ilustraciones periodísticas fueron publicadas por Trilce y Brecha en 1994 en el libro Pancho y más pancho.

Sería deseable que esos óleos que expuso Francisco Graells en París llegaran a Montevideo. Cada uno de ellos es una forma de ver a los personajes retratados. Esos "rastros del rostro", al decir de Leonardo da Vinci, "muestran en parte los rasgos de la naturaleza de los hombres, sus vicios y su complexión." Publicado el 11 de junio de 2010 en El País CULTURAL

3 de junio de 2010

Uruguayos: Rolando Salvatore

Rolando M. Salvatore (1949) Estudió dos años, dibujo artístico y pintura con Esteban R. Garino. En 1980 comenzó a publicar historietas en «El Diario». Además trabajó en «Guambia», «La Pulga», «El Día de los Niños» , «El Día», «El Escolar» de «El País», «Charoná». Hoy es caricaturista e ilustrador de «El Observador».