30 de noviembre de 2011

Julio César Castro / Juceca (1932 -2003)

Un cuentito de Don Verídico
 
Hombre que supo quedar afónico de la parte de la garganta de la voz humana, fue un tal Franelo Frenillo. Hombre malo, enojoso, camorrero y ligero para el grito destemplado y mandón.
Casado supo estar, con Semejanta Tajante, muy dada a la lectura ella, que gustaba tomar sopa de letras pa formar poemas en el borde del plato y recitarlos de sobremesa. Un plomo.
Y una vuelta que estaba armando un verso de lo más romántico y ridículo, acertó a pasar un tal Moquete Gofio, y va y le sacude el plato y le entrevera el pensamiento trabajosamente escrito letrita por letrita en la orilla de loza.
Derrumbóse la poeta orillera. Desalentóse. Sintió que la vida era un insulto. Deprimióse. Lloró sobre su plato, y la sopa aguachentóse.
El marido, enteróse. Malo era Franelo Frenillo, lo dijimos ya, y ligero para el grito. Persiguió a Moquete Gofio y le quiso gritar su furia, pero el grito se trabó en su garguero, se le ahorcó en sus cuerdas vocales, y frustrósele.
No hay cosa más peligrosa que un camorrero afónico, y eso era entonces Franelo Frenillo, el enojoso. Cuando llegó al boliche El Resorte a comprar pastillas, entró y se acodó sin saludar. Lo miraron mal, porque el que llega saluda o es un grosero y allí estaba la Duvija, y se la notó molesta. El fumigador, de avioneta atada al palenque, le hizo una guiñada y ella se olvidó del mal educadito.
Franelo Frenillo aprovechó el polvo que había en una punta del mostrador, y con el dedo escribió: "Pastilla de ucalito,¿hay?".
Fue Azulejo Verdoso el que le escribió abajo: "Pastilla no, pero ucalito tenemo un monte ahí nomás".
Volvió Franelo con su dedo escritor y dejó dicho: "Háblenme, bobetas, que estoy afónico pero no soy sordo".
Le hablaron todos. Aquello era un escándalo porque quien más quien menos le quería dar un consejo para curarlo de la garganta, un remedio casero, una dirección de médico, de curandera y hasta de empresa fúnebre por si se empeoraba. Alguien comentó que habría que tener cuidado no fuera cosa que el hombre tuviera el virus, y el de la avioneta, comedido, se le ofreció pa fumigarlo. Fue el tape Olmedo el que le hizo abrir la boca y se le asomó con un gargarescopio, y lo mira así, en lo profundo de la garganta, y le ve aquello y comenta.
- Tiene un grito trabado entre dos cuerdas, una vocal y la otra consonante. Hay que darle vino del especial.
Alguien fue y trajo un vinito de la casa añejado a fuerza de darle disgustos, porque los disgustos envejecen.
Se le aflojaron las cuerdas, zafó el grito, y salió con tanta fuerza y enojo, que la mortadela que colgaba del techo quedó chicoteando de un lau pal otro. Al verla, el barcino le saltó, se le prendió, y en aquel ir y venir, se hamacaba y se hamacaba

23 de noviembre de 2011



Caricaturas
Un modo de decir las cosas

Escrita por

Jaime Clara.

En un artículo de 1956, el escritor cubano Alejo Carpentier definió a la caricatura como “un modo de expresión que dispone de argumentos propios para decir las cosas”. Es una justa definición para un género que ha tenido -y tiene- una gran difusión a través de la prensa y hoy, tecnología mediante, se multiplica a través de las redes sociales, blogs y publicaciones virtuales.

Dibujo de Arotxa
Se podrá decir, con toda razón, que toda manifestación artística es un modo de decir las cosas, pero en la definición de Carpentier, el concepto de modo propio es el que hay que destacar para profundizar en la caricatura y su mundo. Cuando se habla de caricatura se sabe de qué se habla y ya no es necesario ir al siglo XVI para encontrar el concepto original de caricare, que quiere decir “cargar” y recordar que de allí nace la palabra caricatura. Para el pintor italiano Annibale Carracci (1560-1609) la tarea del caricaturista es exactamente la del artista clásico, ya que “los dos ven la verdad perenne detrás de la superficie de la mera apariencia exterior. Los dos tratan de ayudar a la naturaleza a llevar a cabo su plan. Uno puede tratar de visualizar la forma perfecta y plasmarla en su trabajo, el otro aprehende la deformidad perfecta y así revela la esencia absoluta de la personalidad. Una buena caricatura, como toda obra de arte, es más parecida a la realidad que la vida misma”. Carpentier tituló el artículo citado de la revista Letra y Solfa como “De la caricatura como una de las bellas artes”.


Dibujo de Ombú
Con el tiempo y el desarrollo de las técnicas de impresión, la difusión de las caricaturas a través de los medios informativos se consolidó como un género periodístico más. Los ilustradores de prensa eligen o reciben el tema y las herramientas de la plástica para expresarse. Algunos se apoyan con textos, otros no, pero todos apuntan a llegar al lector con un mensaje directo, claro y lo más contundente posible. Muchas veces las caricaturas o las ilustraciones, son más explicitas que algunos artículos de prensa, dejando de ser meramente “exageraciones” o “deformaciones” que antiguamente definían al género.
En un ensayo sobre sátira y caricatura, el poeta francés Charles Baudelaire escribió que “sin duda alguna, una historia general de la caricatura en sus relaciones con todos los hechos políticos y religiosos, graves o frívolos, relativos al espíritu nacional o a la moda, y que han agitado a la humanidad, resultaría una obra gloriosa e importante”.
John Tenniel . Dibujo de 1870

La caricatura ha tenido, en la política, uno de sus temas preferidos, pero ningún caricaturista es reconocido, si no es efectivo e insicivo en su oficio. No hay fronteras sobre lo se que puede o no dibujar. No hay un tema bueno o malo, sino la forma de cómo se trate. Esto, naturalmente puede ser extensivo a la ilustración de prensa. Para el caricaturista norteamericano Al Hirschfeld, una caricatura no depende de la calidad, sino de la idea. Pero parece que la caricatura debe rendir examen en forma permanente. La vida de los dibujos en diarios y revistas, está condenada a ser tan efímera como el producto que las muestra. El diario de ayer, hoy ya es viejo. Muchos caricaturistas renombrados recogen en libros sus trabajos editados. De esa forma respaldan lo que en papel de diario o revista resulta difícil conservar. Una forma de hacer perdurar y documentar la obra.

Dibujo de Sábat
Con los medios electrónicos e informáticos, esta idea parece cada vez más patente. Los dibujos sobre los hechos del momento parecieran tener fecha de vencimiento. En los tiempos que corren, se utilizan herramientas tecnológicas para lograr que los dibujos se difundan en forma masiva, sin depender de medios de prensa que los publiquen comercialmente; un ejemplo de ello es Internet.

Uruguay ha dado una inusual cantidad de caricaturistas destacados, tanto a nivel local como internacional, pero eso seguramente lo trataremos en las próximas entregas.

 
Ir a la nota en ARTE de El País de Montevideo.

Jaime Roos


15 de noviembre de 2011

Horacio Quiroga


Decálogo del perfecto cuentista
I
Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.
II
Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
III
Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.
IV
Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
V
No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
VI
Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
VII
No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII
Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
IX
No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.
X
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.