7 de junio de 2012
Desde el alma.
En el primer mes de editado, el libro "Desde el alma" que escribimos junto a Anabella Junger ocupa el cuarto lugar de ventas en la librería Bookshop, según lo publicado por El Observador, el domingo pasado. Gratitud y emoción.
3 de junio de 2012
30 de mayo de 2012
Juan Carlos Onetti
Hoy hace 18 años que se murió Juan Carlos Onetti. En Madrid. Tan lejos y tan cerca de Montevideo.
"El escritor no desempeña ninguna tares de importancia social. La literatura jamás deber ser "comprometida". Simplemente debe ser buena literatura. La mía sólo está comprometida conmigo mismo. Que no me gusta que exista la pobreza es un problema aparte." Onetti dixit.
29 de mayo de 2012
El maestro pocas pulgas
Elogio de la maragatería (5)
El ejercicio de recordar
permite llegar a recovecos que estaban latentes, levemente luminosos como
brasas. Pero bastó un soplido de aire para que se avivaran. La memoria no
siempre es selectiva. Guarda en sus archivos imágenes buenas y de las otras.
Como escribió el poeta “...memoria de una piedra sepultada entre ortigas...” Y la
memoria sepultada también afloró.
En el artículo
anterior comenté con agrado algunos aspectos de la vida escolar, durante la
década de 1970. Esa etapa fue muy feliz, salvo algunos sucesos que seguramente
en otra oportunidad comentaré. Alguno de ellos fueron más graves que otros.
Pero hubo uno cuyo recuerdo, por desagradable y diría hasta doloroso, todavía
permanece: la del maestro irascible. Recuerdo que fue en cuarto año. La maestra
titular solicitó licencia maternal y el grupo que yo integraba soportó al
suplente durante varios meses. No lo sé, pero debe haber sido la primera
experiencia docente del sujeto, ¡y justo nos tocó a nosotros! ¿Qué culpa
teníamos? Cosas del destino, seguramente.
El maestro en
cuestión por algún motivo especial que sospechábamos pero que nunca nos
atrevimos a verbalizar, iba siempre hacia nuestro pelo. Ante la menor señal de
charla o distracción de niños de ocho o nueve años, el maestro iba hacia
nuestro cuero cabelludo y lo zamarreaba con violencia. Más de uno quedó
lagrimeando o llorando literalmente. Era otra época. Y nadie cuestionó al
maestro colérico. Sufrimos durante muchos meses los mechones de pelo que
quedaban en la mano del maestro desalineado, de apariencia cadavérica. Su
pedagogía era el miedo. Muchos maestros eran así y quizás muchos todavía tienen
esas prácticas.
Alguien con mucho
ingenio, no recuerdo exactamente quién (¿“El Cabeza” Daniel? ¿Rafael? ¿Gabriel
o Luis Angel?), propuso en una reunión organizada de apuro en el recreo,
regalarle restos de pelos, en el Día del
Maestro. Alguien consiguió un estuche de reloj y yo recuerdo haber ido a
la Peluquería de “Tito”, que estaba en 25 de mayo y Asamblea, al lado de la
Confitería París. Como era amigo de mi padre, y mi cabeza también era su
cliente, fue fácil pedirle algunos mechones de los que estaban tirados en el
piso, vaya a saber de qué cliente. Así acondicionamos aquellos cabellos en el
estuche y lo envolvimos para regalo. Recuerdo todavía el salón en el que se lo
entregamos (entrando a la escuela, a la izquierda). Los ojos soberbios del
Maestro brillaron. Y fue muy grande la desilusión, casi humillación que tuvo
que soportar. Pero fue la única acción, pacífica, ante todo pacífica, que como
alumnos permanentemente humillados pudimos tomar ante la prepotencia cotidiana
que ejercía ese docente contra nosotros alumnos, no fieras.
Claro que como
siempre sucede, “la venganza será terrible”. El maestro siempre genera una
relación de dominio ante sus alumnos. Y aquella protesta que pretendió ser
pacífica terminó a los pocos días con un borrador por la cabeza de alguno de
mis compañeros.
Hoy, cuando pasaron casi cuatro décadas, sigo
manteniendo el peor recuerdo de aquel maestro. Y sé que sigue dando vueltas y
haciendo alarde de lo que es la pedagogía. Pero toda aquella generación que lo
padeció no me deja mentir, porque lo sufrimos. Y no es porque fuéramos lo que
se dice la piel de Judas, pero se ve que el hombre o tenía problemas con el
cabello de los demás o simplemente era un tipo de pocas pulgas.
28 de mayo de 2012
21 de mayo de 2012
Retazos de la memoria
Elogio de la maragatería (4)
![]() |
Plaza 4 de octubre |
La
novela “La misteriosa llama de la reina Loana" de Umberto Eco, tiene mucho
que ver con la memoria. Con la memoria perdida, con la memoria recuperada, con
la memoria afectiva. Trata de un hombre que de un día al otro pierde su
memoria, tras un accidente que tampoco recuerda.
El
propio autor indicó durante una entrevista que "un día empecé a pensar en
la novela de alguien que perdía la memoria e intentaba revivir su infancia no
basándose en sus recuerdos (eso ya lo hizo Proust), sino en una memoria
«mineralizada», objetiva, colectiva, hecha de páginas de libros y periódicos,
de discos, de cajas de chocolate, de juguetes”.
Puede
resultar un buen ejercicio armar una red de recuerdos de infancia y juventud.
Le propongo, amigo lector, buscar cuál es el primer recuerdo que Ud. tiene de
su vida. Aunque asumo que el interés que puede tener el relato es absolutamente
personal, en mi caso esos primeros recuerdos tienen que ver con la infancia
cercana a los cuatro o cinco años. Algunas imágenes surgen de las épocas pre
escolares en el Jardín de Infantes, en el llamado “Hospital viejo” y de los
primeros años de primaria, en la
Escuela 46 “Evaristo G. Ciganda”. Hace algunos meses nos
reunimos con los compañeros de aquella generación y los recuerdos brotaron.
Todos estaban el disco duro.
Pero
la memoria tiene laberínticos rincones que cada tanto se pueden visitar. En mi
caso, también surgen nítidamente en la memoria las entrañables “Estudiantinas”
en el Cine Artigas, donde el barrio estaba representado por la “Placuo”,
curiosa sigla que significaba ni más ni menos que Plaza 4 de Octubre. Durante
los años 70, los jóvenes que habitaban los edificios que están frente a la
plaza, preparaban y ensayaban lo que sería la actuación durante la semana de
primavera. Quizás algún memorioso de la época pueda ayudarme, pero creo que si
bien las actuaciones fueron siempre dignas, nunca tuvo el grupo demasiado
destaque. Porque otro síntoma de la memoria, es que a veces falle, sobre todo
con el paso de los años.
Dijo
Eco que en su novela ha puesto todos sus recuerdos personales “evidentemente,
las cosas que yo había leído, las referencias a las imágenes que realmente
había visto de pequeño, ayudado por una memoria casi eidética, en el sentido de
que al cabo de 70 años encontraba una copia de la revista de cuentos que leía
mi madre y descubría que era igual a como yo la recordaba” El eiditismo al que hace referencia el autor,
tiene que ver con la capacidad de las personas para reproducir mentalmente con
gran exactitud percepciones visuales anteriores.
En
este sentido, es un buen ejercicio también indagar en esas imágenes, por
ejemplo, de los primero libros que tuvimos ante nuestros ojos. Varios de esos
libros iniciales todavía los conservo. Claramente tengo la imagen de las
novelas de Julio Verne “Un capitán de quince años” y “La vuelta al mundo en 80
días”, esta última con las páginas impares ilustrada como si fuera una revista
de historietas. La infancia estuvo llena de la revista “Billiken” (podría
describir exactamente varias de sus tapas y algunos de sus artículos) y de
varios álbumes de figuritas.
Pero
la memoria no es selectiva. No distingue entre lo agradable y lo desagradable.
Recuerdo que en uno de mis primeros viajes a Montevideo, fue en 19734 o 74,
pude ver como una soleada mañana de otoño, varios militares tiraron a la fuente
de la Plaza del
Entrevero a un par de jóvenes desarmados y los rodearon hasta que vino una el
camión celular y se los llevó. Fue una situación violenta de la que el grupo
escolar que estaba en la Plaza
–y que yo integraba-fue insólito y confundido testigo. Aunque esa puede ser
otra práctica, otra búsqueda, aunque esos momentos no sean los mejores. Pero
sucede que la vida es así. Una de cal y una de arena, verdes y maduras, para
mencionar lugares comunes.
En “Soneto al vino”, Jorge Luis Borges, le
pide que le enseñe “el arte de ver mi propia historia, como si ésta ya fuera
ceniza en la memoria.” Los recuerdos de infancia y juventud, además de ser
un saludable ejercicio, nos permiten reconstruirnos a nosotros mismos.
14 de mayo de 2012
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