29 de noviembre de 2013

Liceo Departamental de San José

Acabo de leer un entrañable libro sobre el centenario del Liceo Departamental de San José. La autora de "Un rescate del olvido" es la Prof. Margarita Patrón, que a esta altura es la gran cronista de la historia maragata. Su investigación termina en 1974. Con emoción me entero de la militancia estudiantil de mi padre, Aníbal Clara, integrando una lista con mi tío Alvaro Caputi, datos que desconocía. 

Dibujos de los 80 y 90Alfon (IV)

Raúl Alfonsín 
Alfredo Zitarrosa

Paul Auster

Jorge Luis Borges

Borges

Bush Padre

Dama de hierro

Florencio Sánchez

José P. Varela

Lito Nebbia

Osvaldo Reyno

Pablo MIllor

Francisco Paco Espínola

Astor Piazzolla

Pablo Picasso

Pino Solanas

José E. Rodó

José E. Rodó

Sammy Davis Jr.

Troilo


Crónicas de un amable traidor

Esta es mi nueva columna de libros en el diario Primera hora de San José.  


Reducir la imagen de Gustavo Escanlar (1962) a lo que fue su participación televisiva de los últimos tiempos, antes de su prematura muerte -ocurrida hace tres años- es, por lo menos, injusto.

Por Jaime Clara
  

Escanlar fue uno de los conductores del programa Bendita TV, antes de Zona urbana, y eso lo proyectó su imagen masivamente. Pero, antes de eso tiene una historia en el movimiento cultural de este país. Su irrupción pública se dio a través de cartas de los lectores, irreverentes en la medida en que la dictadura lo permitía, a comienzos de la década del 80, que publicaba en semanarios de la época. Luego fue periodista cultural; estudió en el Instituto de Profesores Artigas, pero nunca se sintió cómodo con las estructuras rígidas, y mucho menos oficiales. Editó una revista (Suicidio colectivo), organizó festival contracultural en un gimnasio de box (Palermo Boxing Club en 1988) y publicó varios libros turbulentos, entre los que se cuentan” El pene en la boca” (1988), “Oda al niño prostituto” (1993) y “No es falta de cariño” (1997), “Estokolmo” (1998), “Dos o tres cosas que sé de Gala” (2006) y “La Alemana (2009)”. En el ámbito periodístico, un libro de crónicas policiales “Crónica roja” (2001) y la recopilación de columnas periodísticas “Disco duro” (2008). Fue editor de cultura del semanarioBúsqueda y también hizo radio, en Sarandí, en “Las cosas en su sitio” y en un efímero programa de bello nombre “El vacilar de las cosas”.

La editorial independiente Criatura, acaba de editar un libro con 24 relatos encontrados en la computadora de Gustavo, todos reunidos bajo el título “Grandes éxitos”. El prologuista, el periodista argentino Sergio Olguín, escribió que “la ficción de Escanlar es un tsunami que arrasa con los lugares comunes de la narrativa latinoamericana, incluso la de sus coetáneos, escritores que se creían (y se creen) rebeldes, modernos y parricidas y que al lado de Escanlar resultan chicos buenos que tiemblan al salir del campus universitario.”


Los textos de “Grandes éxitos”, son  historias bien Escanlar: provocadoras, irreverentes, claras, contundentes, verdaderos punch al maxilar, que ningún lector quedará indiferente tras su lectura.

Pero el texto “Mis vidas como ex” es muy fuerte. Allí cuenta diferentes estados que le tocó vivir en su corta existencia: cuando fue ex hijo, ex amigo, ex adicto, ex amigo,  ex famoso, ex rehabilitado, ex…. Con cartas vistas, con Escanlar muerto, uno lo lee de otra manera. Gustavo vivió la vida a su modo. Tenía una forma muy particular de entender esos consejos que todos alguna vez recibimos de “tratá de cuidarte”. Para muchos no se cuidó nada, para otros vivió al máximo, o “al mango”, como se suele decir. Lo que es seguro, es que fue un tipo que hizo lo que quiso. Y en este libro queda demostrado que escribió lo que quiso.

GRANDES ÉXITOS, UN CUENTO Y UNA DESPEDIDA. Gustavo Escanlar. Criatura editora. Montevideo, 2013. 160 págs.

Silvio Berlusconi

Silvio Berlusoni expulsado del Parlamento italiano
Brillante, una vez más, Arotxa en El País de hoy para ilustrar el artículo sobre violencia hacia las mujeres, con una caricatura de Carlota Ferreira.

Roberto Fontanarrosa

El día en el que los perros empezaron a conversar y a filosofar. El 26 de noviembre, de 1944, nació en Rosario el humorista Roberto Fontanarrosa. Vayan aquí algunas frases sueltas, breve muestra de su ingenio:

-El espíritu del virtuoso es como un espejo. Te miras en él y puedes peinarte.
-El hombre sabio es pobre en apariencia, pues su tesoro está en Suiza.
-En el mundo hay Bondad y Maldad. Justicia e Injusticia. Arboles y tortugas. Hay muchas cosas.
-Te regalaría las estrellas, pero te has empecinado en un par de zapatos.
-He cometido el peor de los pecados. No he sido millonario.

25 de noviembre de 2013

Arturo Pérez Reverte

Un día como hoy, de 1951, nacía Arturo Pérez-Reverte, periodista y novelista español. Creador del Capitán Alatriste. Entre sus obras, están "La piel del tambor”, “El club Dumas”, “Territorio comanche”, “El maestro de esgrima”,“El asedio“, etc. Es miembro de la Real Academia Española.

Luis Ordóñez

Caricaturista argentino  Luis Ordoñez. Dibujo en iPad.

La noche que creí ver a Los Iracundos

Fue una noche extraña. Todas las calles en torno al Teatro Macció de la ciudad de San José estaban repletas de autos. Las matrículas evidenciaban que provenían de varios departamentos. El movimiento era más intenso que el de cualquier otro sábado a la noche.


Un hijo dilecto de la ciudad se presentaba en el mítico escenario que ha visto pasar a tantas estrellas del espectáculo. Allí fue el último escenario uruguayo, en el que Carlos Gardel, en 1933. Había expectativa en quienes estaban en la entrada del teatro, frente a la plaza principal.

Las modestas marquesinas de la entrada anunciaban el espectáculo que había agotado las entradas para dos funciones esa noche. Jorge” Iracundo” Gatto se presentaba con su espectáculo recreando al mítico grupo sanducero, Los Iracundos. Aunque en realidad, muchos de los asistentes a las funciones estaban convencidos que iban a escuchar al grupo fundado en 1958.

La historia de la banda es más o menos conocida. Nacida en Paysandú, con el nombre de los Blue Kings, luego bautizados como Los Iracundos, al aceptar el consejo de un profesor de música que no gustaba de los nombres gringos.

El líder del grupo, letrista y principal voz fue Eduardo Franco. Su debut se produce el 10 de octubre de 1961, en el Teatro Florencio Sánchez. Su primer simple lo grabaron, dos años después, en el sello Clave. Tras su salto a Argentina y ser apadrinados por la poderosa compañía RCA, su fama trascendió las fronteras geográficas y las del tiempo. Las canciones de aquella época, hicieron capote: Calla, Todo terminó, Te lo pido de rodillas, Y te has quedado sola, Chiquilina, Soy un mamarracho, Río verde, Infidelidad es tu traición, Marionetas de cartón, Cada noche mía, Me estás matando, Y me quedé en el bar, Tú me diste amor, Pasión y vida. El desengaño, La lluvia terminó Felicidad, felicidad, Tu ya no estarás, El triunfador, Es la lluvia, Puerto Montt, entre tantas. Llegaron a sacar hasta dos discos por año. Fue un suceso, pocas veces visto, en el ambiente musical uruguayo. Aun hoy, en varios lugares del continente, como Perú, o Viña del Mar, hablar de Uruguay, musicalmente, es hablar de Los Iracundos.
En la década del 80, Franco elije al maragato Jorge Gatto como vocalista del grupo. Víctima de cáncer, el sanducero muere el 1 de febrero de 1989. Sin Franco, que era la gran usina creadora de éxitos muy pegadizos y populares, Los Iracundos siguieron su carrera de éxitos. Pero el grupo ya no era lo que fue. Algunos de sus integrantes fallecieron, otros se fuero y formaron bandas, siempre con el sello iracundo.   

Gatto formó su propio grupo, “Jorge Gatto Iracundo y su banda", y así se presentó en el Macció hace algunos días.

¿Son o no son?

En tanto Gatto fue el elegido de Franco, como su sucesor, el público no tiene claro si los que están en el escenario del teatro son Los Iracundos o no. Y no importa. Tampoco Gatto se encarga de aclararlo. Canta cada tema del grupo como si fueran los originales. Y suenan como tales. El público celebra cada canción y la canta. Gatto, vestido y peinado como en los 70, cuenta retazos de la historia oficial de Los Iracundos, en primera persona, lo que fortalece esa idea de estar recreando a los originales sanduceros. Y si me apuran, hasta hay algún parecido físico con Eduardo Franco.

Las canciones son tan exitosas, que el pobre –y hasta descuidado-  fondo blanco no es tenido en cuenta por los asistentes al show. No es necesario hacer un gran espectáculo visual, porque la gente va a escuchar las canciones.
En mi caso, jamás seguí al grupo ni nunca tuve un disco de ellos, sin embargo, me sabía cada una de las canciones. Es un fenómeno popular que hay que respetar, más allá de gustos. Jamás creí que iría a ver a Los Iracundos o a alguno de sus recreadores, pero allí estaba, sentando en la platea, tarareando. Cuando salía del teatro, escuché que una señora entrada en años le decía a, aparentemente su hija veinteañera, “qué bien este muchacho Gatto, sigue con Los Iracundos y es profeta aquí en su tierra.”

22 de noviembre de 2013

Heber Raviolo

Heber Raviolo (1932-2013). Crítico y editor. Nació en Montevideo. En diciembre de 1963 egresó de la sección Literatura del Instituto de Profesores “Artigas” y ejerció la docencia hasta que, destituido por la dictadura, se dedicó  a su tarea como editor de Ediciones de la Banda Oriental.
Desde la segunda mitad de los cincuenta ejerció la crítica literaria en publicaciones periódicas: revistas El Ciudadano  y Asir. Dirigió la página literaria de Época entre 1964 Y 1965, y la del semanario Marcha en sus últimos y definitivos cuatro números entre las zozobras de las clausuras (1973-1974). Funda y codirige la revista Brecha en sus dos números de vida (1968-1969).
Fue integrante del consejo de redacción de Tribuna Universitaria, revista de la FEUU.  Precisamente, a partir de esa experiencia decide, junto a un grupo de egresados universitarios, crear  Ediciones de la Banda Oriental (1961), en la que se desempeñó activamente, en funciones de Director General de la empresa y de varios planes editoriales.
Debido al impulso editorial del libro uruguayo y latinoamericano, especialmente la narrativa “criollista” y regional, Raviolo se encargó de prologar varias decenas de volúmenes, tarea encarada con mayor intensidad a partir de la formación de “Lectores de Banda Oriental”, colección mensual para suscriptores inaugurada en 1978, de la que fue ininterrumpidamente su director y en la que prologó panoramas del cuento latinoamericano y relatos de varios escritores del continente. Se especializó en Juan José Morosoli, Líber Falco, Anderssen Banchero y Julio C. da Rosa.
En su carácter de director de Banda Oriental, fue el responsable de una tarea editorial que se refleja en más de 3.000 títulos publicados; obras que recogen el pensamiento, la sociedad y la literatura de nuestro país.

En su carácter de investigador, Heber Raviolo realizó una importante tarea de investigación, estudio y recopilación, que se concreta en la Colección Biblioteca Ciudad de Montevideo.

La danza de Shiva de Juan Grompone

Texto leído, anoche, en la presentación del libro La danza de Shiva, de Juan Grompone, editado por Fin de siglo. Participaron, además, Raúl Gadea y Agustín Courtoisie.



Juan Grompone es ingeniero industrial, fue uno de los pioneros en dedicarse a las telecomunicaciones y a la informática cuando era novedad. Creo que su empresa, si mi memoria no me falla, se llamaba Interfase. Se ha dedicado a la docencia y a la literatura, publicando narrativa, libros de divulgación y ahora nos sorprende continuando un libro de historia.  Ha sido premiado y su talento narrativo elogiado.

Es riguroso e implacable a la hora de escribir y opinar. Y, por sobre todas las cosas, nos ha demostrado con su producción creativa, que no es complaciente con las modas o las orientaciones imperantes. Y es por allí que, al menos  en mi caso, accedo a Juan Grompone. Sé que lo que me va a decir, en este caso la historia de las civilizaciones nada menos, es extremadamente rigurosa y profesionalmente fundamentada.

Seguramente se lo deben haber dicho alguna vez, pero yo a riesgo de reiterarlo, lo defino una vez más, como un hombre renacentista.  El hombre renacentista es aquel al que le gusta aprender cosas nuevas,  es extremadamente curioso y domina varias disciplinas. El modelo de la categoría, fue sin dudas Leonardo Da Vinci, aunque, quizás, una variante de ese sujeto renacentista, hoy le llamaríamos un erudito, un sabio.

El mundo de las ideas, es un mundo complejo. Vivimos en una época donde, aparentemente se pretende, antes que nada, que haya un modelo imperante, y ese modelo parece dogma. Lo que no se ajusta o se alinea a una forma de entender el mundo actual, se descalifica o se desecha. Se invalida con argumentos tan falaces como tener los figurines atrasados, con pensamientos obsoletos, con que lo de hoy está aggiornado. Hace falta pensamiento crítico, hace falta debate, hace falta contraposición de ideas.

A fines de los 90, leí un libro de un pensador y filósofo argentino radicado en Canadá, Mario Bunge. El hombre tiene seguidores y detractores. No he profundizado en su obra como para calificarlo, pero aquel librito tenía que ver con el  pensamiento crítico. Era una defensa y un reclamo por la necesidad del pensamiento crítico en el cambio de siglo. Bunge recordaba que el Homo Sapiens surgió hace nada más que 50.000 años, y que el pensamiento crítico es mucho más joven: lo sitúa en Grecia y en la India hace, algo más de 25 siglos. “Antes de ese evento –dice Bunge- toda la gente se guiaba exclusivamente por la experiencia cotidiana o la fantasía sobrenaturalista, ya religiosa, ya secular. Entonces nadie pedía pruebas de las hipótesis con que se pretendía explicar la realidad. En particular, nadie osaba dudar de las afirmaciones de los sacerdotes, chamanes, o gobernantes. Era la época de oro de los poderosos, que se salían con la suya con sólo exclamar “¡Síganme!”. Nadie les preguntaba por qué había que seguirles. (Esta es una ironía porque ese era el slogan del momento para la reelección de Carlos Menem).

Sigue Bungue, “el pensamiento crítico supera tanto al mágico como al religioso, a las ideologías tradicionales, a las pseudociencias y a las pseudofilosofías como la fenomenología y el existencialismo. Todas estas doctrinas son dogmáticas. Por ello todas ellas merecen la crítica del pensador riguroso. Por ejemplo, el pensador crítico le exige al teólogo que pruebe la existencia de Dios; al neoliberal, que pruebe que el libre comercio elimina la pobreza y que las elecciones bastan para asegurar la democracia; al marxista-leninista, que pruebe que el Estado asegura la socialización de los medios de producción y que la dictadura lleva a la soberanía popular; al psicoanalista, que pruebe la existencia del alma trina e inmaterial y del complejo de Edipo; y al fenomenólogo, que pruebe que, para aprehender la esencia de las cosas, es necesario “ponerlas entre paréntesis”, o sea, fingir que no existen fuera del sujeto, en lugar de investigarlas científicamente.”

Me consta, luego de varias entrevistas y de tratar de seguirlo a Juan Grompone, que si bien, tiene muy claras sus convicciones, y una forma muy rotunda de entender la realidad, no se niega a la reflexión crítica. Y, lo que para mí es más importante, en un autor como Grompone es la honestidad intelectual. De entrada nos aclara desde dónde nos habla y nos describe su método de análisis. El dicho popular dice que todo depende del cristal con que se mire. Pues bien, en las primeras páginas del libro que estamos presentado, el autor nos aclara cuál es ese cristal, para que no  haya malos entendidos. 

Lo explica claramente: “intento desarrollar una historia materialista de la humanidad. El protagonista principal es la cultura material: la tecnología, las herramientas, la producción, la alimentación y la evolución de la población humana. Considero que todo lo demás emerge de la realidad material: las religiones, las ideas, la organización social, las clases y también la lucha de las clases. La metodología materialista intenta aplicar técnicas precisas y refutables en su estudio. Estos libros privilegian los modelos matemáticos por encima de todo otro método. No puedo pretender que mis modelos matemáticos sean otra cosa que una primera aproximación a esta manera de analizar la sociedad humana. Pero así procede el método científico: cada resultado es un peldaño para que otros construyan un nuevo escalón. Nunca se pretende haber llegado a la verdad última.”


Insisto, erudito como es Grompone, conoce muy bien los mecanismos de la divulgación. Y aún, desde esa perspectiva “científico/materialista” como método de análisis, hace que la lectura de La danza de Shiva sea amena y altamente pedagógica.

Espero no estar cometiendo una irreverencia si digo que este libro, en varios de sus pasajes, me hizo acordar al pasaje titulado “El amanecer del hombre”, que es el comienzo de la película de Stanley Kubrick. “2001, Odisea del espacio”. Recuerdan, cuando el simio al comienzo, con un hueso en la mano, que fue parte de su alimento para la supervivencia, termina siendo un arma, con el que golpea y mata.  Ese hueso, evolucionará y  también será herramienta, y con esas transformaciones llegarán las diferencias entre una sociedad de iguales, y cuando llegan las diferencias, donde unos tienen algo que otros no tienen, llega lo que se llama el poder y eso modifica la organización social.

Esto mismo lo explica Grompone de esta manera. “La historia humana es el camino recorrido por un grupo de mamíferos que prolongaron su cuerpo mediante herramientas y esto los llevó a dominar la Tierra. Esta conquista, sin antecedentes en la evolución de las especies, exigió pagar un precio muy alto: la pérdida de la libertad, la igualdad y la fraternidad natural. Los mamíferos poseen naturalmente estas tres calidades. Se respetan mutuamente, son libres, son iguales y no se diferencian nada más que por su capacidad de adaptación al medio ambiente. El animal humano, constructor de herramientas, transmitió sus habilidades mediante la educación de sus descendientes. La evolución humana a través de las herramientas es una variante nueva de la evolución natural. Pero la tecnología de las herramientas les hizo descubrir que poseían la capacidad de someter a sus semejantes en su provecho propio y el de sus descendientes.”

¿Cómo era la vida sin propiedad privada, sin dinero, con un ejercicio de la libertad que no conocemos y que nos puede resultar difícil de imaginar? Parte de la provocación del libro es, justamente, tratar de imaginarnos cómo era esa sociedad, cómo estaba organizada la vida, antes de que se perdiera la igualdad, la libertad y  la fraternidad; antes que nacieran las clases sociales. Vemos cómo los elementos de poder fueron cambiando y evolucionando: desde la importancia del agua, los alimentos, hasta la fabricación de los medios de transporte. Toda la vida se fue organizando y está impecablemente relatado y documentado.

La danza de Shiva es  una obra monumental. Ya nos contará Grompone lo que lo llevó a escribirla, y si no lo cuenta hoy, pronto lo contará en Sábado Sarandi, pero lo que está claro, es que visto desde afuera, se trata de una investigación ambiciosa, única, ilustrada, sabia, que como me confesó Canalda hace un par de meses, es el libro que todo editor quiere editar. Pero no porque se transforme en  un éxito de ventas, porque las cosas están tan  pata para arriba, que difícilmente este libro sea un best seller, sino por lo que prestigia tener a La danza de Shiva en un catálogo.  

Hoy mencionaba la honestidad intelectual de Juan. A tal punto llega, que le agradece “a veces” la colaboración de internet para este trabajo. Hoy estamos internet-dependientes. Google se ha transformado en amo y señor de las consultas. Pero eso no es garantía de nada. El margen de error que tiene  la web es muy alto. Hay que saber buscar y navegar para encontrar el dato cierto. Lo que ha provocado, es un debilitamiento de lo que durante tantos años disfrutamos de los libros de referencia. Este libro que estamos presentando esta noche, por la acumulación de datos e información y estadísticas que maneja, también es un libro de referencia, de consulta. Como cuando se tenía la Enciclopedia Británica para encontrar el dato que necesitábamos, con la certeza de que era un dato correcto, también por ese lado está la utilidad de este libro.

Con su método de análisis histórico, Juan Grompone nos muestra una forma de analizar  la historia de la humanidad. La cara nociva de la globalización es que muchas veces, el tsunami del marketing y del snobismo lleva a dar por verdades, teorías, que por lo menos son discutibles -por lo del pensamiento crítico que decíamos hace un ratito- Una de esas teoría es la del fin de la historia. Uno se siente tentado de continuar el recorrido por los próximos tomos de La danza de Shiva, para acompañar la historia de la humanidad, como lo describe en la introducción.

Grompone dice que el futuro no se puede analizar, sino que se debe construir. Lo que nos permite, libros como éste, es que, en la medida en que entendemos cómo fue el pasado, estamos en mejores condiciones de construir un futuro mucho más justo, seguramente imperfecto, y procurando el mayor grado de felicidad posible, porque como decía un amigo, no hay felicidad completa.

Montevideo, 21 de noviembre de 2013




Tiempos de tormenta de Roberto Bennett

Este es el prólogo del libro Tiempo de tormenta, de Roberto Bennett, cuya presentación tuve el honor de hacer anoche.

La música en todas partes

"Play it, Sam” es la frase con la que Ingrid Bergman le pide al pianista, en Casablanca el bello tema “Según pasan los años”. Aquella frase ha marcado a fuego la película y ha trascendido más allá de la película y los actores, Humprey Bogart, incluido. La música de una película forma parte del ADN de un filme. Basta con hacer memoria, sin mucho esfuerzo, y recordar Verano del 42El graduadoGuerra de las galaxiasSuperman, o El Padrino, solo por nombrar algunos. Es decir, que con el pretexto de repasar la historia de la música de cine, nos podemos acercar a una parte de la historia del cine. 

La década de 1960 es definida por muchos como una década prodigiosa. Una década que duró más de diez años porque cuando se habla de los ’60, también se alude a los fines de los ’50 y principios de los ‘70. Todos esos años fueron tiempos marcados por pequeños y grandes acontecimientos que han quedado grabados en la historia de más de una generación, desde el auge de los movimientos políticos, sociales y estudiantiles, la emancipación juvenil, el del consumo de marihuana y LSD, el amor libre, hasta París, mayo del ’68, Sartre, Mafalda, Los Beatles, Woodstok, Hare Krishna, la minifalda, el anticonceptivo y la Guerra Fría, entre tantos de una lista interminable. Una década donde la música fue clave. Justamente, Tiempos de tormenta es una novela que se construyó como un rompecabezas personal, donde las piezas provienen o tienen directa vinculación con la música. Porque la música acompañó momentos fundamentales de la vida del autor. Y, como ya se dijo, perfectamente se puede construir una historia, personal en este caso, a través de la música.

Roberto Bennet (Montevideo, 1948) tiene dos libros publicados recientes en Uruguay antes que esta novela, Chau Ginebra (2006) y Destino Mallorca (2008), y en ambos hace gala de lo mismo que se lee en Tiempos de tormenta: una profunda capacidad de observación. Si Bennett fuera un pintor, sería un detallista. Se preocuparía por mostrar hasta el último detalle de lo que ve, sin transformar su tela en una recargada y barroca imagen. Eso sucede con su literatura. Su relato es preciso y puntilloso, sin que eso se transforme en una agotadora sucesión de descripciones rebuscadas. Todo lo contrario. Lo que dice está al servicio de una idea. Sin poses ni erudiciones. Su propuesta narrativa ha sido reconocida con premios, menciones y publicaciones en Uruguay y en el exterior.

Todo lo que se pueda decir previamente de esta novela que Ud. tiene entre sus manos no servirá de mucho si no se lee. El sentido que tiene este texto: provocar al lector a transitar por estos sonidos tan particulares, que Bennett ha bautizado como de Berkeley pero que son muchos más, como si fueran un camino. O muchos caminos. ¿Cuánto hay de cierto en todo lo que aquí se relata? ¿Qué tan autobiográfica es la novela? Poco importa. Solo interesa la capacidad de armar una partitura, bajo la apariencia de novela, llena de melodías y canciones inolvidables que son el sello inconfundible de una época.

Jaime Clara

Dalmiro Sáenz

"El problema del mundo actual es que el miedo ha engendrado un exceso de defensa. Una de las características del hombre contemporáneo es la del miedo de tener miedo." Escritor argentino Dalmiro Sáenz.

20 de noviembre de 2013

Cruel en el cartel

LA POLÉMICA SOBRE LA VANDALIZACIÓN DE LUGARES PÚBLICOS TUVO, LA ÚLTIMA SEMANA, UNA NUEVA POLÉMICA. BIENVENIDA LA DISCUSIÓN. EL PROBLEMA, PREOCUPANTE Y SERIO, EL PROBLEMA ES LA AUSENCIA DE SANCIONES
Por Jaime Clara Todo comenzó cuando el diputado del Frente Amplio, Alfredo Asti publicó, en su cuenta de Facebook, una foto de la enorme pegatina del diputado Fernando Amado, con la leyenda “Indignante enchastre de pegatina de Bordaberry+Amado en fachadas de Biblioteca Nacional y Universidad de la República. Eses es el futuro+futuro”. Para Asti, según explicó, “estas dos fachadas fueron hace tiempo excluidas de lugar de pegatinas por su simbolismo.” El legislador colorado, pidió disculpas y, el fin de semana, retiró la cartelería.
Consultado por el informativo Subrayado, el director de la Biblioteca, Carlos Liscano, aseguró que pegar cartelería y rayar las fachadas de los edificios históricos es una mala y permanente costumbre de los uruguayos. “A nosotros nos vandalizan todos los partidos políticos, las agrupaciones dentro de los partidos, los sindicatos, las organizaciones estudiantiles, el Club Atlético Peñarol, el Sodre, la Sala Zitarrosa, el Ministerio del Interior y estos sueltos que están contra la megaminería pero no contra la contaminación y el vandalismo en la ciudad”, afirmó. Según Liscano, esta denuncia -realizada por las redes sociales- se dio “porque es Fernando Amado y Pedro Bordaberry”. “Si fuera un partido del Frente Amplio no sé si salía en las redes sociales. Es oportunista y demagógico que hayan denunciado porque fue el Partido Colorado. ¿Por qué no denunciaron la semana pasada cuando nos vandalizó Peñarol? ¿Y la anterior, cuando nos vandalizaron los maestros? Esa es la demagogia y el oportunismo que me indigna”, agregó. Finalmente, Liscano comentó que hace tres años que dejó de limpiar la fachada de la Biblioteca Nacional porque era un trabajo inútil ya que “la limpiábamos y esa misma noche volvía a ser vandalizada”.  Además, dijo que en este caso es más fácil porque es una empresa contratada la que puso la cartelería (en el caso de Amado), pero “es difícil ir al imbécil que pasa y escribe su nombre o contra la megaminería (…) Cuando nuestros gobernantes no nos respetan, cuando los dirigentes sindicales no nos respetan, cómo le vamos a pedir a los ciudadanos que nos respeten”. Y agregó que “los ciudadanos dicen que por desidia de la Dirección no se hace una denuncia, pero a quién puedo denunciar si hasta los Ministerio nos vandalizan”, enfatizó Liscano.
El Observador confirmó lo que ya se sabe: no hay controles, y mucho menos sanciones. Según el secretario general de la Intendencia, Ricardo Prato, "Montevideo es muy grande y nosotros no podemos hacernos cargo de mirar muro por muro, trabajamos 'por denuncia de parte'". De esta forma, si un privado denuncia se deben tomar las medidas correspondientes, como la aplicación de una multa económica a la imprenta y quien haya encomendado la colocación de la cartelería y se viese beneficiado por la propaganda, pero no se hace por iniciativa de la Intendencia. Con los edificios públicos pasa lo mismo, las autoridades de la Biblioteca Municipal deberían denunciar lo ocurrido. Prato explicó que quienes están interesados en pegar los afiches comerciales, de propaganda política, gremial, o religiosos deben pasar por la Comuna para registrarlos y es ahí se les explica dónde se pueden colocar.
En su momento ya escribí sobre este asunto.Parece que los bienes públicos no fueran de nadie, cuando en realidad deben ser de todos. Y las autoridades están para controlar y sancionar. Sería bueno saber cuántas denuncias –y sanciones correspondientes- se han realizado en los últimos años. No se ha escuchando ningún mea culpa de ningún sindicato, organización social, organizadores de espectáculos, ni ninguna disculpa por enchastrar, no sólo la Biblioteca Nacional o la  Universidad de la República, sino propiedades públicas o privadas.
Sería bueno ver a diputados y ediles –dirigentes de todos los partidos - hacer denuncias públicas sobre los atentados que sufre la ciudad a diario. Sin embargo, hay desidia, cuando no desgano e indiferencia. Qué curioso, jamás el diputado Asti se indignó con la fachada del Instituto de Profesores Artigas (IPA), por el que pasa todos los días, y tiene valor como la Universidad o la Biblioteca.
El director de la Biblioteca fue muy claro y mencionó concretamente a otras dependencias públicas como responsables de la vandalización. ¿La Sala Zitarrosa, el Ministerio del Interior o el Sodre, no tienen nada para decir al respecto? ¿O el sindicato de maestros, también aludido? Una voz que debería escucharse, en el medio de esta polémica, es la de la Comisión de Patrimonio, porque cada afiche que ensucia una fachada o un monumento, es un atentado a un bien patrimonial.
El año que viene será electoral. ¿Por qué no hay un compromiso expreso de no ensuciar a la ciudad con la cartelería? Pero un acuerdo en serio, no fingido, como los que imperan, muchas veces, en algunos temas en este país 

Publicado originalmente en el blog Retazos de los cielos de El Observador. Lea aquí el enlace original

Ana Solari

Hoy cumple años la escritora Ana Solari. Su novela "El Sr. Fischer", imprescindible.

18 de noviembre de 2013

Joaquín Torres García

Texto de presentación del libro "Joaquín Torres García" de Emma Sanguinetti, editado por Santillana.
   
Junto a la autora y el director del Museo Nacional de Artes Visuales Enrique Aguerre.
Me pasan dos cosas, contradictorias con esta presentación.

Por un lado, se me puede hacer fácil hablar de la colección Pintores uruguayos de Emma Sanguinetti porque, en la medida que ya hay cuatro tomos anteriores, se sabe bien de qué se trata.  Barradas, Figari, Petrona Viera y Blanes, ya forman parte del santoral que recorrió Emma con esos maravillosos trabajos de divulgación artística, dirigida a niños y adolescentes.

Pero por otro lado, esa fortaleza  es una debilidad, porque uno tiene que pensar qué decir, que sea, por lo menos, mínimamente novedoso.

Así que me van a disculpar, voy a hacer referencia a lo que tengo más a mano, que es la radio.  Comparto con Emma, desde hace nueve años, su columna Enter arte,  los lunes a la tarde en Radio Sarandi. Había comenzado un tiempo antes, en programa Sin vergüenza, de Enrique Mrak, recuerdo que el nombre del espacio lo pensamos juntos con Enrique.

Creo, sin temor a equivocarme, o que al menos Emma me lo aclare, que la génesis de esa colección de libros de divulgación de arte está en la radio. Emma se esfuerza semana a semana en buscar temas, con el  pretexto de las noticias del mundo de las artes plásticas, nos mete semana a semana en ese universo tan particular de lo visual, pero con el detalle, nada menor, de hacerlo a través de la radio, donde nada se ve, solo se escucha, y –lo que es más importante- todo se imagina. Y allí radica esta gran práctica que adquirió Emma en tratar de hacer visual lo que por razones obvias, del medio radio, no lo era. Entonces, si ella es capaz de emocionar, enseñar, entretener, explicar, e informar en forma amena veinte minutos por semana desde hace una década, uno supone que hacer este libro, le puede resultar, como se dice, un boleto.


Una cosa es la práctica que ella adquirió en explicar y difundir, pero también es cosa seria, plasmar en una publicación, que queda, que es permanente, que se lee, se relee, se ve, se mira, se revé, se mira varias veces y se estudia y se analiza. No son palabras que se lleva el viento, sino que la misma capacidad docente, y esa capacidad de cautivar que tiene su relato radial, había que trasladarlo a otro lenguaje, con todo el componente visual que ahora sí estaba y era la gran posibilidad, de mostrar lo que explicaba con palabras.

Pero ya no estaba sola, no tenía un partenaire como en la radio que reflexiona con ella, como fue pudieron ser Enrique Mrak en su momento, o ahora Sergio Puglia o alguien molesto como yo, que le arruina todo que ella tiene preparado cada lunes. Ahora, con los libros, requería de alguien que manejara el criterio gráfico y estético, con el aporte docente y entretenido que la empresa requería. Y allí apareció, desde el primer número, Diego Tocco.

Tengo el privilegio de haber trabajado con él, en el que sospecho, fue uno de sus primeros trabajos. Fue al comienzo de la década del 90, en el Instituto de Comunicación y Desarrollo, que lo convocamos para diagramar una revista de temas de comunicación, Teorema, de la cual fui su Secretario de Redacción. Eran momentos en los que los programas de diseño por computadora recién estaban llegando al país, creo que armaba en frío, sin todo el despliegue tecnológico que hoy tiene el diseño gráfico. Sin embargo, cuando ya han pasado casi 25 años, uno mira aquellas revistas Teorema, hoy en día, y su diseño perfectamente se adecua a los criterios de hoy en día. Así que por ese lado, Diego Tocco fue el mejor compinche que Emma podía tener para encarar su colección de Pintores Uruguayos.

Ahora bien, vamos al volumen que estamos presentando.

Honestamente debo confesar que me alegro mucho que sea el quinto libro de la colección. Desconozco los motivos que hicieron que esto fuera así, cómo fue –o es- el plan de la colección. Lo cierto es que  se comenzó por Barradas, luego Figari, Petrona Viera (para nada ícono uruguayo y mucho menos masivo) y Juan Manuel Blanes.  Ahora llega Torres García, que, en realidad, si uno habla de pintores uruguayos, en un canon plástico, está en el primer lugar, por todo lo que significó.

De todos modos, con el viejo Torres, como se le dice en el ambiente, pasa con lo que la mayoría de los genios, tienen sus fanáticos fundamentalistas, y tienen sus acérrimos enemigos, igualmente fundamentalistas. Ni tanto ni tan poco. Mucho menos fundamentalistas en algo.

Tuve el privilegio de asistir durante varios años al Taller uno de los últimos sobrevivientes del Taller, que conoció a Torres y que tomó lo mejor de él. El Maestro Guillermo Fernández, a quien nunca me cansaré de nombrar, homenajear y pedir una gran muestra retrospectiva para ubicarlo en su justo lugar, Guillermo, siempre fue muy ecuánime en destacar las virtudes artísticas de Torres García. La propia Emma lo define como “un maestro sin igual”. Dice, al cerrar el libro que Torres García “fue uno de los artistas más importantes del Uruguay y es hoy un símbolo de nuestra pintura en el mundo. Su pasión por enseñar, escribir y transmitir su pensamiento lo convierten, además, en una de las figuras de mayor relevancia del arte americano”.

Este libro, como los anteriores, es lo suficientemente didáctico para entender por qué Torres ocupa el lugar que ocupa. De todos modos, hay que reconocer que la transformación en un icono uruguayo, a veces parece un poco excesiva, y el  merchandising constructivista, a veces, se vuelve monótono, y cansa  un poco. Por eso, las cosas siempre son mejores en su justa medida.

Aunque también es bueno recordar que el reconocimiento a Torres García llegó tarde. Su dimensión creció fuera del país en el que nació.  En “Historia de mi vida”, su libro de memorias escrito en 1934, permite enterarnos de su estado de ánimo y su relación con Uruguay. “Ahora que se está un poco en el ambiente de lo que París era para Torres-García, puede comprenderse que, como ‘él aseguraba, era el sitio del mundo donde mejor había estado. Y aun bajo el punto de vista del clima, que a él le preocupaba tanto.(...) Además, ni España, ni el Uruguay, le recordaban nada grato. Y puede comprenderse fácilmente. En España (más propiamente en Cataluña), había pasado casi la mayor parte de su vida; había contribuido con su obra y con su ejemplo a la evolución del arte allí, y ¿qué sacó? Lo hemos visto. En cuando a su tierra, era otra cosa, pero también triste. Ya, de estudiante, había pedido ayuda, mandando trabajos, que debieron caer en el vacío. Después, ya en posesión de un arte propio, y sabiendo que en Montevideo se realizaban obras importantes, volvió de nuevo a pedir que se le confiase algún trabajo de decoración y ... ¡ni respuesta! Y eso que mandó un montón de fotografías y recortes de diarios. Además hay que ver cómo fue tratado por los cónsules. Uno, redondamente, le dijo que, con la pintura que hacía, a todo lo que podría aspirar era a pintar puertas. Otro le dijo que jamás le visaría el pasaporte para que no fuese a llevar el modernismo al país. Y otras impertinencias así. Pidió informes al director del Museo y éste le respondió que si quería morirse de hambre que viniese. Y Blanes Viale, el pintor bien conocido, a quien encontró por Barcelona, le dijo textualmente ‘En nuestro país la gente no se ocupa de otra cosa que del cuero y del novillo: nada tiene que hacer allí.”

El libro de Emma Sanguinetti pone las cosas en su sitio. Como debe ser. Con el pretexto estar dirigido para niños y adolescentes, les puedo asegurar que se trata de un manual, no solo dedicado a analizar la obra, la vida y la época de Torres, sino que también nos da pistas –los cuatro volúmenes anteriores también- de cómo mirar un cuadro y analizarlo.


Quienes estamos en estas cosas sabemos muy bien cuánto nos rechina que los espectadores se excusen tras la frase, “no lo entiendo”. Bueno señores, el “no lo entiendo” se acabó. 

Montevideo, 15 de noviembre de 2013
Teatro Solís. Presentación del ''Díptico Nijinsky'', en una actividad convocada por Dove, junto a Malena Rodríguez, entrevistando al director del espectáculo Martín Inthamoussú,  a Kailen Lewis, primera bailarina de la Compañía Nacional de Danza de Venezuela y a la exquisita primera bailarina del Ballet Nacional del SODRE, Maria Noel Riccetto.