La presentación de un libro de cuentos como éste, es un acto
de celebración. Para muchos, entre los que me incluyo, se trata hasta de un
acto litúrgico.
La liturgia como forma con que se llevan a cabo las
ceremonias en una religión, con rituales, ceremonias, donde se realiza el
culto. Generalmente los mismos tienen lugar en templos. Y qué más templo de los
libros que este donde nos encontramos, la Feria Internacional del Libro.
Pensemos el origen de palabra. El término liturgia proviene
del latín liturgia (liturguía), que a su vez proviene del griego leitourguía,
con el significado de «servicio público», y que literalmente significa «obra
del pueblo»; compuesto por láos = pueblo, y érgon = trabajo, obra. En la
historia griega, el concepto no tenía las connotaciones religiosas que hoy le
damos, sino que hacía referencia a las obras que algún ciudadano hacía en favor
del pueblo. Obras de variado tipo, desde construcciones, hasta acciones a favor
de la comunidad.
Yo me pregunto, ¿qué es la edición de un libro si no una
obra a favor del pueblo? ¿No es un aporte a la comunidad por parte del
escritor, inventar historias, crear mundos, generar un estilo y un modo de
contar relatos, para que los receptores de esas historias compartan lo que allí
se cuenta? Así que, señoras y señores, esto es un acto litúrgico.
No exagero, ni me equivoco, en señalar que quienes estamos
aquí lo hacemos por devoción al libro, por devoción a los libros. No les voy a
explicar a ustedes la función social y cultural de la literatura en la vida de
los pueblos. Pero si quiero introducir algunos conceptos vinculados al tema.
En un interesantísimo ensayo publicado en la prestigiosa
Revista de Occidente, el intelectual español Francisco Ayala, hablando de estos
temas, escrbió:
“Los palacios barrocos y las catedrales góticas que tantos
turistas visitan en nuestros días, las vasijas griegas o chinas que admiramos
en los museos, fueron fabricados –con arte- para servir a usos perfectamente
definidos, aunque el decoro suntuario constituye su adorno añada una intención
de prestigio a favor de la estructura de poder en la correspondiente sociedad,
y envuelva, en relación con tal propósito, un elemento de placer lujoso. Este
último pasará a primer término en aquel arte, incluso el literario, cuya
función capital sea recreativa. Sirve de diversión este arte, en un sentido u
otro, a quienes puedan darse su lujo, que no necesita ser magnífico, como en el
caso del gran señor; puede ser también el lujo modesto de la gente menuda.
Desde la orquesta de cámara que se coste un príncipe melómano hasta el disco de
rock’n’roll en que se gasta el estudiante su dinero del domingo, la escala es
por demás amplia. Ahora bien –sigue Ayala- dentro del conjunto de las artes, el
caso de las literarias, es notoriamente el más complicado. La literatura se
hace con palabras y la las palabras con signos, comportan ideas que nunca
tienen esa neutralidad relativa de los materiales con que el pintor pinta su
cuadro y el escultor esculpe su estatua. Si en todo caso, el arte puro es una
aspiración inalcanzable, la poesía pura es, desde luego, empeño desesperado. En
la expresión estética lograda mediante formas literarias se alojará siempre un
elemento intelectual cuya eliminación completa, si posible fuese, haría fútil
del todo la obra misma. Y ese elemento intelectual es perturbador, porque lo
que pudiéramos llamar contenido racional de la literatura compite en su propio
derecho con la forma artística, disputándole el interés de los lectores. Estos
reciben simultáneamente con la impresión estética un mensaje intelectual que no
consiente el mismo grado de subordinación a que otros materiales se someten,
pues su importancia para la calidad de la obra resulta decisiva. El mensaje
podrá disimularse, adelgazarse deliberadamente, y llegar a ser muy tenue; pero
puede también alcanzar en cambio una intensidad enorme, acrecentada por las
virtudes de la expresión poética. La literatura, pues, no solo suscita
emociones estéticas, sino que transmite siempre, a la vez, una explícita
interpretación de la realidad”.
En este texto –que me excuso por su extensión- se introducen
una cantidad de elementos que me parecen interesantes a la hora de generar
conceptos en torno a la literatura, en torno al arte en general: nos da la idea
de entretenimiento, de búsqueda, de cosa artesanal que tiene producir arte.
Nnos explica que la literatura es, siempre, una interpretación de la realidad.
Son todos elementos clave que se juntan a la hora de crear. Sea desde un cuadro
o las vasijas griegas o un cuento o una novela. Y me parecía interesante que
puedan estar en nuestra cabeza a la hora de vincularnos con cualquier obra
artístistica.
Muchas veces estas tareas artesanales surgen casi como un
hobby, con una dedicación limitada en el tiempo, de a ratos, sin embargo, en
algún momento de la vida de creativa, esa artesanía asume otro papel, y se hace
esencial. Lo que era una actividad de “de segunda” entendida ésta como no
prioritaria, adquiere una dimensión que no estaba prevista. Y ese trabajo
artístico, se transforma en el principal motor del artista, del escritor, del
artesano. Es lo que le pasó a Luis Fernando Iglesias, que a confesión de parte,
dijo en una entrevista, que en sus comienzos “escribir no dejaba de ser un
juego. Hoy es una profesión que trato de hacer, como todo en la vida, lo mejor
posible. Me gusta pensar que, dentro de lo que escribo, está lo mejor que puedo
dar. Si es así, cuando termino un cuento, soy un tipo un poco más feliz.”
Para mí, en literatura, no existe la llamada “escala del
burro”, que para quienes no la conocen, es el ascenso en una oficina por
antigüedad, independientemente de la calidad de su desempeño. Un escritor no se
legitima con los años, sino que se hace en función de la calidad de sus libros.
Comparado con otros escritores que tienen más años de vida y más libros
publicados, Luis Fernando Iglesias ha demostrado rigor, precisión y exactitud a
la hora de escribir. Sus libros lo muestran como uno de los cuentistas más destacados
de su generación.
Quiero destacar lo de
cuentista. Porque es un género que, aunque no en desuso, no es el que abunde en
las góndolas de las librerías. No voy a lamentar aquí la poca disposición de
los editores y las editoriales a publicar ficción, cuentos, y poesía, porque
estamos en la casa de Estuario y de la Editorial HUM que nos ha demostrado un
compromiso inusual con estos géneros que algunos iluminados decretan que no se
leen o que no se llevan bien con el mercado. Así que por este motivo, también,
esta publicación merece ser destacada y celebrada como corresponde.
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