“Del humor no se aprende nunca. Es como con una pareja de recién casados que lee un manual y después, cuando se apaga la luz, en la urgencia de dedicarse a lo suyo lo pierden todo. No saben qué hacer con lo que leyeron en el libro”. “Creo que la ironía cervantina se viene para América, pero curiosamente, no para todos los escritores. Por ejemplo los del boom lo rechazaban, y en sus primero momentos se decía de ellos que eran reaccionarios, porque el humor era lo que nos permitía tolerar lo intolerable. Yo tengo cartas de algunos de ellos, como Mario Vargas Llosa, que antes era un militante del mal humor. Por entonces alguien dijo de estos autores que lo que les faltaba era entrar a una taberna. Pero textos como los de Manuel Puig con La traición de Rita Hayworth y los de otros escritores marginales lo convencieron de que el humor era indispensable porque estaba presente en la vida cotidiana de América latina. El humor tenía que entrar a gritos y romper la puerta”. “Nadie se sienta a escribir un libro que tenga humor. El humor sale, es espontáneo, no se puede preparar, no tiene recetas ni fórmulas. Aunque si al terminar un libro me diera cuenta que no tiene humor, ahí me preocuparía y me sentiría muy mal”. Alfredo Bryce Echenique durante el Festival de la Palabra (mayo de 2010) en Puerto Rico.
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