La vida ya da su olor
cuando todo esté virgen y el sol apenas llega.
La hiedra siente el rudo abanico del Este,
y el mar es todavía un posible misterio.
Ya no soy necesario. El día que mi infancia
fue un furor de aventuras
quedé mudo en la orilla.
Se han quebrado en la espuma
y los restos prosiguen su pálido reflejo
delante del abismo.
Llevo una mano roja para siempre en mi espalda
y entregado a las horas desando mi camino.
Puedo morir sin causas también esta mañana,
como ocurre en silencio la muerte del anciano,
debajo de un arbusto al borde de un camino,
mientras el río pasa.
Esta noche, más tarde,
cuando ya todo sea de nuevo un limo oscuro
que el tiempo arrastra al vasto refugio
de las sombras,
conoceré mi tumba:
las tres paredes negras y la otra brillante,
el techo sin estrellas ni pájaros
y el aire,
una forma nocturna caída sobre el piso.
Ni un deseo, ni un gesto, me moveré indeciso
por la frágil canoa donde ayer me detuve
para vivir de nuevo los aires que me rozan.
He de hacer las tinieblas en mi breve dominio,
yo el padre de mi carne reposaré a mi lado,
me reflejo en mis ojos,
y el viento en los jardines
recordará en silencio que muero,
y eso es todo.
Jorge Medina Vidal (1925-2008) poeta, ensayista y semiólogo uruguayo. Fue profesor de literatura en la Facultad de Humanidades y director de su Departamento de Teoría literaria.Colaborador de las revistas "Marginalia", "Clinamen", "Altamira", "Aquí poesía" y "Cuadernos de Mercedes" En su vasta obra se destacan los libros "Cinco sitios de poesía" (1951), "Para el tiempo que vivo" (1955), "Las puertas" (1962) y "Por modo extraño" (1963). Ayer, 17 de junio, se recordó la fecha de su muerte.
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