Grigori Rasputin (1869 – 1916), también conocido como “El Monje Loco”, fue un místico ruso sin ninguna formación y de origen campesino con una gran influencia en los últimos días de la Dinastía Romanov. Gracias a su fama de sanador y de su atribuida capacidad para predecir el futuro, fue llamado al palacio del Zar de Rusia para cortar una hemorragia del hijo único del zar, Alexis Nikolaevich que padecía hemofilia. Hiciera lo que hiciera, lo cierto es que la técnica empleada por Rasputín funcionó y este suceso sería el inicio de una poderosa influencia sobre la familia Romanov; y sobre todo, sobre la zarina, Alejandra Fiódorovna. Gracias a este influjo o dominio que Rasputín ejercía, acabó designando a muchos altos funcionarios del gobierno que fueron muy criticados y, en la I Guerra Mundial cuando el zar Nicolás II asumió el mando del ejército, Rasputín aprovechó para hacerse con el control absoluto del gobierno. Rasputín, tras varios infructuosos intentos en la misma noche, fue asesinado el 30 de diciembre de 1916 por varios miembros de la nobleza rusa, dirigidos por el príncipe Félix Yusúpov.
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