8 de julio de 2013

Rayuela: Clásica y moderna
Jaime Clara
Rayuela: Clásica y moderna
Pocas veces, en los últimos tiempos, la celebración del medio siglo de una novela, provoca tantos artículos, entrevistas y debates. ¿Por qué un libro genera tanto, a cincuenta años de su publicación? No se trata de un best seller ni un arrollador éxito de lectores, sin embargo Rayuela, de Julio Cortázar, provoca una fascinación que trasciende el tiempo y los espacios.

Se publicó en Buenos Aires, a fines de 1963. Según su propio autor, se trató de una "antinovela" o "contranovela" por lo que fue desde el punto de vista de la escritura y la forma. Con mucho de surrealismo –tan extendido en la década en el París sesentista que habitaba Cortázar, mucho de existencialismo y una historia de amor poco convencional, fueron suficientes para que la formalidad establecida, de una historia contada como un cuentito lineal, se rompiera, para pasar a permitir una lectura libre, sin ataduras, como sólo un hábil creador podía hacerlo.

"A mí se me ocurrió, y sé muy bien que era una cosa muy difícil, un texto donde el lector, en lugar de leer consecutivamente una novela, tuviera opciones, lo cual lo situaría ya casi en pie de igualdad con el autor, porque él también había tomado diferentes opciones al escribir el libro", comentó Cortázar en una entrevista. Cual si fuera un laberito, Rayuela tiene 155 capítulos y puede leerse de tres maneras. A saber, la tradicional, de principio al final, ubicado en el capítulo 56 o siguiendo el Tablero de dirección, que propone una lectura saltando y alternando capítulos o siguiendo el orden que el lector decida.

Durante una entrevista, la escritora Cristina Peri Rossi definió a Rayuela como una novela que todavía seduce a los jóvenes. Cautivó a los jóvenes de los 60 –que los marcó a fuego- y maravilla a los de hoy, lo que la hace tan moderna como hace medio siglo.

La editorial Alfaguara acaba de editar una edición homenaje de la novela, a un precio accesible. Para los lectores nuevos, Rayuela de Julio Cortázar es un desafío, para los que ya la leyeron, aunque no exista la fascinación del descubrimiento, provoca una sana adicción por el relato puro.

Para muestra –o como puro recordatorio- esta es la descripción de un beso, el capítulo 7:

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.”


Columna publicada en el diario Primera Hora de San José. Aquí el link.Lea aqui

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