En su última novela, Haruki Murakami (Kioto,1949) confirma lo que ya se sabe de su literatura y de su hábil oficio de escritor.
En "Baila, baila, baila" (Ed. Tusquets, 2012) Murakami arma una trama con sus ingredientes más característicos. Los lectores del escritor japonés de moda, se sentirán muy a gusto leyendo esta nueva historia. Será como apoltronarse en ese sillón cómodo, agradable, en el que tanto uno disfruta. Los nuevos lectores de Murakami deberán estar advertidos que no todo es como parece, que no todas las historias son lineales y que hay que dejarse seducir por una narrativa que desafía cualquier lógica. Las del tiempo y el espacio, para empezar.
Nuevamente Murakami logra seducir, enganchar y enredar en su historia, sin que el lector se dé cuenta. El tipo va contando tranquilo, como si nada pasara, hasta que en el momento menos pensado, se encuentra en medio de casos policiales, muertes, aire de thriller, que le generan una inusitada ansiedad para saber cómo se resuelve
"Baila, baila, baila" seguramente terminará siendo una película, porque la historia se ajusta a ciertos criterios de la industria que, sospecho, el autor no fue ajeno a la hora de escribirla. En este sentido, es mucho más "filmable" que su anterior novela "1Q84".
Pese a los aspectos fantásticos que caracterizan a la literatura de Murakami, hay cosas que resultan poco creíbles y eso genera un poco de ruido al lector. Sin entrar en detalles, me refiero a una niña de trece años que piensa, actúa y siente, como una adulta. Otro ruido, a la hora de la lectura, es la traducción al español de España, con ciertos modismos que rechinan cada tanto.
De todos modos creo que a "Baila, baila, baila" le faltan dos centavos para el peso, para ser una gran novela policial. En este sentido, la anterior, funcionaba mucho mejor como novela negra.
La música está presente en cada página. Nombres de temas, intérpretes, canciones, letras, demuestran que Murakami es un melómano empedernido. El lector disfruta devtanta erudición musical que no empalaga. A diferencia de sus otras novelas, el protagonista cocina bastante y Murakami comparte las recetas, en un homenaje, quizás inconsciente, a Manuel Vázquez Montalbán. Hay momentos en que parece que se estuviera leyendo a Pepe Carvalho, aunque sin la desfachatez e ingenio del catalán.
Murakami no defrauda con este último trabajo, pero queda demostrado que cuando hay mucha expectativa y ansiedad por leerlo, uno puede decepcionarse. No fue mi caso, aunque raspando.
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