El dibujo que dio que hablar
Por Jaime ClaraEn medio de un enfrentamiento con productores agropecuarios, la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, realizó un acto en la Plaza de Mayo, el 3 de abril pasado. Ante miles de personas, en medio de cánticos a favor del gobierno y el ruido ensordecedor de bombos, la mandataria le dedicó un tiempo a hablar de una caricatura publicada en el diario Clarín. El dibujo, realizado por Hermenegildo Sábat el día anterior, mostraba a la Presidenta con una cruz en su boca, en alusión a las declaraciones que venía realizando Fernández de Kirchner. Pero la presidenta no entendió el dibujo y decidió catalogarlo de “mensaje cuasi mafioso”. Lo comparó con los momentos previos al golpe de Estado de 1976 que derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón. "En estos días de marzo, amigos y amigas, hermanos y hermanas donde he visto nuevamente el rostro de un pasado, que pareciera querer volver. Tal vez muchos no lo recuerdan, pero un 24 de febrero de 1976 también hubo un lock out patronal, las mismas organizaciones que hoy se jactan de poder llevar adelante el desabastecimiento del pueblo llamaron también a un lock out patronal allá por febrero del 76. Un mes después, el golpe más terrible, la tragedia más terrible que hemos tenido los argentinos", afirmó Fernández. La Presidenta agregó que "esta vez no han venido acompañados de tanques, esta vez han sido acompañados por algunos generales multimediáticos que además de apoyar el lock out al pueblo, han hecho lock out a la información, cambiando, tergiversando, mostrando una sola cara. Son los mismos que hoy pude ver en un diario donde colocan mi caricatura, que no me molesta, a mí me divierten mucho las caricaturas y las propias son las que más me divierten, pero era una caricatura donde tenía una venda cruzada en la boca, en un mensaje cuasimafioso. ¿Qué me quieren decir, qué es lo que no puedo hablar, qué es lo que no puedo contarle al pueblo argentino?" concluyó entre aplausos y gritos de sus seguidores.
Tras la acusación, asociaciones de periodistas, colegas de Sábat, organizaciones internacionales, partidos políticos, medios de comunicación, entre tantos, se solidarizaron con el dibujante uruguayo, que trabaja en Clarín desde 1973. Sábat evitó la polémica. “Yo no me llevo bien con las palabras. Lo mío es el dibujo y yo me expreso de esa manera. No podría opinar de otra cosa, más allá de cosas referidas al dibujo y la pintura” dijo el artista plástico al diario Página 12. Sin embargo, su dibujo dio que hablar.
El director del diario Perfil, Jorge Fontevecchia escribió que el incidente de la Presidenta y Sábat, le hizo acordar “a las críticas de los fundamentalistas islámicos a las caricaturas de Mahoma hechas por Kart Westergaard y publicadas por el diario de Dinamarca Jyllands Posten en septiembre de 2005. Obviamente Sábat tiene derecho a dibujar a la Presidenta como le resulte adecuado. Y al igual que hicimos con aquellas de Mahoma, en solidaridad con su autor, reproducimos ahora la caricatura de Sábat que, como puede verse, nada tiene de mensaje cuasimafioso ni golpista. La fijación del Gobierno con el golpe militar lo hace ver fantasmas donde no existen.” A Fontevecchia le parece grave que un Jefe de Estado ante centenares de miles de partidarios realice esas acusaciones porque podría producirse en fanáticos una mala interpretación de su mensaje que los lleve a pasar de la agresión verbal a la física.
El periodista Jorge Lanata opinó que “es curioso que ahora sea el mismo gobierno que les permitió crecer –a los medios como Clarín- el que se enoje con las caricaturas de Sábat, como si enojarse con una caricatura fuera una actitud adulta.”
IMÁGENES Y METÁFORAS
Al analizar el arte de la caricatura, el crítico de arte austriaco Ernest Gombrich escribió que “la caricatura, en su mejor momento, dio al artista los medios de convertir una ecuación intelectual en una fusión visual, concediendo así al dibujante político una de las más eficaces armas de su arsenal (...) En el caricaturismo, como en el lenguaje, hay metáforas que están tan difundidas que seas podría llamar metáforas universales o naturales”. Algunos de los dibujos que ilustraban a Mahoma manejaban metáforas directas. La asociación de la violencia, con el terrorismo, con las armas, con la cultura islámica era evidente y ese fue el motivo de quienes se irritaron con los caricaturistas y los medios que las publicaron. Para los líderes islámicos aquellos los dibujos eran "blasfemos e insultantes", para Cristina Fernández su caricatura es cuasimafiosa.
En el semanario Brecha, el caricaturista Fermín Hontou publicó que “otra vez la caricatura es objeto de críticas y descalificaciones por parte del poder político.” Y agrega que “hay detrás de la acusación un espíritu censor que Fernández de Kirchner atribuye al dibujante, como si de ese modo intentara no dejar hablar por medio de un simple dibujo (no inocente). Suena un tanto exagerado, ¿no?, se preguntó Ombú. Hontou indica que “algunas veces la caricatura funciona como un espejo y el aludido acusa el golpe. (...) Sábat es sin duda alguna un capo, pero nunca mafioso”.
El periodista e investigador Juan Sasturain publicó que “Hermenegildo Sábat no dibujó nunca ni dibuja ahora por mandato de terceros o participa de operaciones mafiosas o conspiraciones. Sábat siempre hace –dentro de lo que sabe, puede y le permiten las circunstancias, como todos los que trabajamos en medios– lo que se le canta o –en su caso– lo que se le dibuja. Y responde desde ahí, con sabiduría, talento e independencia de criterio. El periodismo gráfico argentino contemporáneo sería bastante peor de lo que es si borráramos los dibujos del Menchi. Así que, por ese lado, la Presidenta deberá pensar que el dibujo de Sábat es (en principio y sobre todo) lo que opina Sábat. Y punto. Si le gusta, bien; y si le molesta, lo mejor que puede hacer –creo– es pensar por qué un tipo y artista sensible, inteligente, testigo cercano de la historia argentina contemporánea la dibujó así. Y ya está.”
En el propio diario Clarín, el periodista Miguel Wiñazki recordó que en Argentina, “el humor político gráfico nunca fue ignorado por la clase política. Al contrario. Juan Domingo Perón, para citar un sólo caso, no era benévolo con quienes hacían los escasos dibujos que aparecían durante sus primeros dos gobiernos. Toda ilustración que se le hiciera era, en general, antes controlada y aprobada o desaprobada. Por cierto, las dictaduras fueron lo peor. Juan Carlos Onganía clausuró Tía Vicenta, dirigida por Landrú. El motivo era claro: Landrú dibujaba al general con unos bigotes de morsa, y esto motivó la censura y la clausura. Durante la última dictadura, todo fue aún más difícil. Estaba prohibido publicar dibujos de Videla, Massera y Agosti, los integrantes de la primera Junta Militar. Hermenegildo Sábat vivía pensando cómo y cuándo satirizarlos, y encontró el momento. Un día después de la finalización del Mundial 78. "Ese día los dibujé. La imagen apareció en Clarín y entre tanto alboroto el dibujo no fue censurado". A partir de allí, los militares fueron objeto de su agudeza gráfica de manera reiterada. Y los dibujos se multiplicaron a partir de entonces, como los panes y los peces. En la noche más oscura se abrió un nuevo cauce hacia la libertad de expresión. “
Intento del Gobierno
Tras recibir todos los apoyos imaginables, el gobierno argentino intentó un acercamiento al caricaturista criticado por la Presidenta. El secretario de Medios, Enrique Albistur, intentó convencer a Hermenegildo Sábat para que fuese a la Casa Rosada, donde sería recibido en audiencia especial por la propia Presidenta, según publicó Perfil. La publicación conjeturó que una foto sellaría el encuentro y repararía un desliz que a Cristina de Kirchner le ha costado bastante. Un amigo de Sábat dijo que la respuesta del artista ante la invitación fue que tenía que viajar a Portugal a recibir un premio. Cuando Albistur le preguntó si podía ser después del viaje, Sábat le contestó que debía viajar a España para recibir otro premio por su defensa a los derechos humanos. "Cancele el viaje", fue la respuesta.