3 de octubre de 2006



Al Hirschfeld (1903-2003)
Quedan los dibujos

Por Jaime Clara

Cinco meses antes de cumplir cien años, Al Hirschfeld murió el 20 de enero del 2003, en Nueva York. Se dijo que fue el hombre que más espectáculos vio en esa ciudad. Vio y dibujó, porque toda Broadway pasó a través de su pluma. Fue el favorito entre los dibujantes del espectáculo en Estados Unidos. Según su esposa, el último dibujo, en el que trabajaba el día anterior a su muerte, era una caricatura de los hermanos Marx.

Hirschfeld nació el 21 de junio de 1903 en Saint Louis. A los once años de edad llegó a Nueva York, ciudad que lo adoptó hasta el último día de su vida. Comenzó la actividad plástica realizando caricaturas políticas, dibujos muy críticos e irónicos en medios gráficos europeos.

ANTES Y DESPUÉS DE AL En la década de 1930 volvió a Estados Unidos. Tuvo la oportunidad de dibujar en el New York Times en reemplazo del caricaturista político del periódico. Hirschfeld no aceptó porque consideró que hacer dibujos políticos suponía una gran responsabilidad ante el lector. “Ud. influye en mucha gente, gente particularmente joven. Y a menos que usted realmente crea qué está diciendo, hay que tener mucho cuidado".

Eligió la temática cultural y del espectáculo como contenidos de sus dibujos.”No quise ser un caricaturista. Yo no me considero un caricaturista. Una caricatura es algo que tiene una idea literal, un punto de vista. Con los años simplemente me he preocupado sobre la línea, formando un espacio. Una caricatura no depende de la calidad, sino de la idea. Si es una idea buena, cualquiera puede hacerlo”.

Jamás incluyó un diálogo en sus dibujos. Tuvo un trazo estilizado, prefecto. Su estilo fue único e inconfundible. Pese a haber ensayado el color, sus grandes ilustraciones fueron en blanco y negro, plumín en mano. Varias de sus creaciones están en los museos más importantes Estados Unidos. Cuando cumplió 98 años, se editó un libro en su homenaje -Hirschfeld on line- con más de 400 dibujos y fotografías, junto a ensayos escritos por Arthur Miller, Ghoopi Goldberg, Kurt Vonnegut, Grace Mirabella y Nina Hirschfeld, su hija.

“La gente en Hirschfeld comparte la calidad de regocijo energético en la vida”, escribió Arthur Miller. “Mirar a un Hirschfeld saca, de usted, lo mejor. Las diáfanas vibraciones de las líneas y sus relaciones mágicas de uno a otro nos muestran que no todo está perdido; es la mejor manera para irse a dormir. Que la vida puede ser maravillosa. Él ha encontrado, ingeniosamente, un estilo y un rasgo de los que usted nunca es consciente. Inevitablemente, de hecho, hay algo cómico en esto, algo absurdo y, a la vez, algo mortífero, serio. Hirschfeld es una la combinación: nunca cesa de sorprender y permanentemente nos perturba”, sentenció el dramaturgo.

Para la actriz Whoopi Goldberg Hirschfeld “es capaz de capturar la esencia en unos golpes cortos de la pluma. Es tan modesto que repite que no sabe sacarlo a usted, viéndolo. Es capaz de ver el carácter y ponerlo directo en la página, cosa que otra gente no ve demasiado. Pienso que su objetivo es forzar a la gente a usar sus facultades de observación, cuando uno está sentado a la mesa con el periódico abierto, buscando alguna gratificación. No hay manera mejor para gastar un domingo por la mañana. En el espectáculo hay un antes y un después de Al.”

Nina
Al observar una caricatura de Al Hirschfeld se puede jugar. En la mayoría de sus trabajos se encuentra escondido, una o varias veces, el nombre de su hija. La primera vez que lo colocó fue el día en que Nina nació, en 1945. Fue en una caricatura referente al espectáculo Are you with it? En un segundo plano, en el rincón superior derecho de la ilustración, había un pequeño afiche que tenía el rostro de un bebé y el nombre de la recién nacida. Lo que pretendió ser una broma, se transformó en una “insensata obsesión”, explicó. “Cuando traté dejar afuera los Ninas, terminé enloqueciendo a los lectores del Times, que me mandaron cartas desesperadas y demandaron que volviera a insertar el nombre en los dibujos.” En 1960 adoptó la costumbre de añadir un número al lado de su firma, que significa la cantidad de Ninas que había en la caricatura, escondidos en los pliegues de las telas, en los cabellos, o en insólitos lugares.